martes, 19 de abril de 2011

INICIACION CHRISTIANA

Iniciación Cristica
de Piedra Fundamental, el Martes, 19 de abril de 2011 a las 16:19
Ante todo debemos comprender lo que significa el estar dispuesto a conocer y el unirse con los mundos superiores. Para este fin hemos de contemplar la naturaleza de la iniciación, particularmente con respecto al contenido del Evangelio de Juan. ¿Quién es el iniciado?
En todos los tiempos de la evolución post-atlante, fueron llamados iniciados los que eran capaces de elevarse sobre el mundo exterior físico-sensible y tener experiencias propias en los mundos espirituales, vale decir, quienes vivían en la realidad del mundo espiritual de un modo igual a cómo se experimenta el mundo físico- sensible a través del sentido de la vista y los demás órganos sensorios exteriores. Semejante iniciado es, por lo tanto, testigo de los mundos espirituales y de su verdad. Pero aparte de esto, hay otra cualidad peculiar que todo iniciado adquiere; esto es que él se eleva sobre los sentimientos que en el mundo físico no sólo se justifican sino que son, además, profundamente necesarios, pero que de igual manera no existen en el mundo espiritual.
Mas no hay que interpretarlo de manera tal que el iniciado que además del mundo físico experimenta el mundo espiritual, debiese renunciar a todos los demás sentimientos humanos que en el mundo físico tienen valor, adquiriendo en cambio los sentimientos concernientes al mundo espiritual. No se trata de un cambio de una cosa por la otra, sino que además de la una, el iniciado adquiere también la otra. Cuando por un lado el hombre espiritualiza sus sentimientos, debe tener, por el otro lado, tanto más intensos aquellos sentimientos que le capacitan para trabajar en el mundo físico. En este sentido hay que comprender la palabra de que en cierto modo, el iniciado debe convertirse en hombre sin patria.
No en sentido como si de modo alguno debiera enajenarse de su patria y de la familia, mientras él viva en el mundo físico; antes bien, esa palabra se relaciona con que por la adquisición de los sentimientos concernientes al mundo espiritual, se sutiliza y se embellece el desarrollo de los sentimientos del mundo físico. ¿Qué es un hombre sin patria? Sin este atributo nadie puede alcanzar la iniciación, en la verdadera acepción de la palabra. Ser hombre sin patria significa:
En el mundo espiritual el hombre no debe engendrar simpatías particularistas a semejanza de las simpatías especiales que en el mundo físico tiene por distintos ramos o asuntos. En el mundo físico el individuo pertenece a éste o a aquel pueblo, a ésta o a aquella familia, a una o a otra comunidad estatal. Todo esto está bien e incluso es necesario por lo que nadie tiene por qué perderlo. Pero si el hombre quisiera desenvolver en el mundo espiritual tales sentimientos, traería a dicho mundo dotes pésimas. Allí no se trata de desenvolver simpatías, sino de observarlo todo objetivamente, en virtud de su propio valor. También podría decirse —si fuera generalmente comprensible— que el iniciado debe convertirse en hombre imparcial, en sentido propio de la palabra.
Ahora bien, por su evolución sobre la Tierra, la humanidad dejó atrás un antiguo estado sin patria, relacionado con la primitiva clarividencia opaca. Hemos visto que de esferas espirituales el hombre descendió al mundo físico. En las primitivas esferas espirituales no existió patriotismo ni nada parecido. Al descender de esas esferas, parte de la humanidad pobló la tierra allí, otra parte allá; y los distintos grupos se convirtieron en trasunto de los respectivos territorios. No hay que creer que sólo por causas interiores, el negro llegó a ser negro, sino que esto también se debe a la adaptación a su territorio; y lo mismo ocurrió con el hombre blanco. Del mismo modo que las grandes diferencias en cuanto a color y raza, así también las diferencias menores entre los distintos pueblos se deben a que el hombre sufrió el influjo del mundo circundante. Esto, además, se relaciona con el especial desarrollo del amor sobre la Tierra.
Debido al diferenciarse los hombres entre sí, el amor, primero se estableció en comunidades pequeñas; y sólo paso a paso, partiendo de las pequeñas comunidades la humanidad se desarrolla hacia una gran comunidad de amor, lo que concretamente se logrará por la implantación del Yo espiritual. En cierto modo el iniciado experimentaba anticipadamente el estado al cual la evolución de la humanidad propende: franquear todos los escollos y establecer la paz firme, la gran armonía y la fraternidad. La soledad (el estar sin patria) le hacía acoger desde un principio los gérmenes del gran amor fraternal. En los tiempos antiguos se aludía a ello simbólicamente a través del relato de los viajes realizados por el iniciado, por ejemplo, Pitágoras.
Semejante relato tendía a que en sus sentimientos, que se cultivan en la íntima comunidad, el iniciado alcanzase objetividad. Es la misión del cristianismo hacer obrar en toda la humanidad el impulso de la fraternidad que individualmente siempre obraba en el iniciado.
Contemplemos aquella idea más profunda del cristianismo: que el Cristo es el Espíritu de la Tierra, y la Tierra el cuerpo, o bien la vestimenta del Cristo. Hay que tomarlo literalmente pues hemos dicho que hay que pesar cada palabra de un documento como lo es el Evangelio de Juan. Con respecto a la “vestimenta” de la tierra, la evolución nos enseña que esta vestimenta, quiere decir las partes sólidas de la tierra fueron divididas: uno tomó posesión de ésta, el otro de aquella parte. Tomar posesión, adquirir propiedad personal, significa que en el transcurso del tiempo en cierto sentido se han dividido y repartido los vestidos del Cristo, como Espíritu de la Tierra. Una sola cosa no ha podido dividirse, pues pertenece a todos: la atmósfera que circunda la Tierra. El Mito del Paraíso alude a que de esta atmósfera se alentó al hombre el soplo de vida, con lo cual él obtuvo el primer germen del yo en el cuerpo físico. La atmósfera, el aire, no puede dividirse. Fijémonos si a esto alude el autor del Evangelio que más profundamente nos describe el cristianismo:
“. . . tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes;. . . mas la túnica. . . no la partieron.”
He aquí la palabra que da la aclaración y nos dice que la Tierra como un todo, conjuntamente con su atmósfera, es el cuerpo, o el vestido, y la túnica de Cristo.
El vestido fue dividido en continentes y regiones; no así la túnica. La atmósfera no ha sido dividida, pues pertenece a todos; ella es el símbolo material exterior del amor que envuelve al orbe y que más tarde llegará a realizarse.
Con relación a muchos otros aspectos, el cristianismo deberá contribuir a que la humanidad acoja algo del antiguo principio de iniciación. Para comprenderlo, vamos a caracterizar la naturaleza de la iniciación. A tal fin basta considerar lo esencial de las tres clases principales de la misma: la antigua iniciación yoga, la específica iniciación cristiana, y la cristianorosacruz, que es la más apropiada para el hombre de nuestro tiempo. Con respecto a estas tres formas vamos a relatar cómo transcurre, qué es y qué representa la iniciación.
¿Qué es lo que capacita al hombre para percibir los mundos espirituales? El cuerpo físico posee órganos sensorios para percibir el mundo físico. Si nos remontáramos a tiempos remotos de la evolución humana, encontraríamos que el hombre del mundo físico aún no poseía ojos para ver, ni oídos para oír, sino — como lo dice Goethe— “órganos indiferentes, no diferenciados”. Prueba de ello es que hasta en nuestra época existen ciertos animales con semejantes órganos indiferentes. Poseen puntos que sólo les permiten distinguir luz y obscuridad. En el curso del tiempo aquellos órganos indiferentes se modelaron y transformaron en ojos y oídos; y al modelarse el ojo y el oído surgió para el hombre el mundo físico de los colores y de los sonidos, respectivamente. Nadie tiene derecho a afirmar que el mundo no es real; sólo puede decir: “No lo percibo”. Percibir el mundo, verdaderamente significa: poseo órganos para percibirlo. Puede decirse: “Conozco este o aquel mundo”, pero no puede decirse: “No reconozco el mundo que el otro percibe”. Quien habla así pretende que el otro no debiera percibir otra cosa que él; pretende autoritariamente que sólo es valedero lo que él mismo ve. Puede aparecer quien diga “No existe lo que enuncia la antroposofía; es fantasía teosófica”; pero esto sólo es prueba de que semejante persona no percibe lo espiritual. Quien sólo reconoce lo que él percibe, imperiosamente pretende decidir sobre lo que él no sabe.
No hay intolerancia más grande que la de la ciencia oficial frente a la ciencia espiritual, y con el correr del tiempo será cada vez peor. La gente no es consciente de que está juzgando acerca de algo que no le compete. A menudo se oye decir: “Los antropósofos están hablando de una doctrina secreta cristiana, mas al cristianismo no le hace falta ninguna doctrina secreta; sólo es valedero lo que el ánimo sencillo percibe y comprende”, con lo cual simplemente quiere decirse: lo que uno mismo percibe y comprende. En semejantes círculos con razón se rechaza la infalibilidad del papa; pero se supone la propia infalibilidad (también entre cristianos). Si consideramos que para nosotros el mundo físico sensible existe debido a que en nuestro cuerpo físico fueron grabados los distintos órganos sensorios, no será extraño decir que la percepción de un mundo superior se basa en que en los vehículos superiores del ser humano, o sea en los cuerpos etéreo y astral, se estructuraron órganos superiores. El cuerpo físico ya posee sus órganos respectivos, no así los cuerpos etéreo y astral; en éstos deben grabarse los órganos correspondientes. Una vez insertados, se produce la percepción de los mundos superiores.
Explicaremos pues cómo en la persona que buscay consigue la iniciación se plasman esos órganos. Se trata de tener acceso al cuerpo astral donde él se halle en su pureza. En el estado de vigilia, cuando el cuerpo astral está sumergido en el cuerpo físico, las fuerzas de éste ejercen su influjo sobre aquél; quiere decir que el cuerpo astral no está libre, sino que se atiene a las condiciones del cuerpo físico y no se puede influir sobre él.
Únicamente durante el sueño, cuando el cuerpo astral se halla fuera del cuerpo físico, es posible modelar y desarrollar los órganos superiores. Sin embargo, no es posible influir sobre el ser humano durmiente; puesto que en el estado inconsciente, el hombre no es capaz de percibir lo que con él sucede. Parece que aquí existe una contradicción, ya que durante el sueño el cuerpo astral no es consciente de su relación con el cuerpo físico. Mas es posible proceder de tal manera que se ejerce efecto sobre este último en el estado de vigilia y que las impresiones que él recibe perduren en el cuerpo astral, cuando éste se desliga. De la misma manera como comúnmente se imprimen en el cuerpo astral las impresiones recibidas del mundo físico circundante, así también hay que hacer, con respecto al cuerpo físico, algo bien definido para que ello se imprima y se desarrolle de un modo adecuado en el cuerpo astral. Esto se logra si el hombre no vive tan irreflexiblemente, recibiendo las impresiones de allí y de allá como generalmente lo hace, sino si regula su vida interior mediante un bien definido y metódico discipulado. Lo llamamos meditación, concentración o contemplación. Se trata de ejercitaciones que en las escuelas correspondientes se prescriben tan exactamente como en los laboratorios se determina la microscopia, etc. Estos ejercicios producen un efecto tan intenso que el cuerpo astral, al desprenderse durante el sueño, va transformándose plásticamente. Al igual que una esponja se amolda a la forma de la mano que la empuña, pero, al soltarla, se forma según las fuerzas que le son inherentes, así también el cuerpo astral, al desligarse de la corporalidad, obedece a las fuerzas astrales que le son propias. En este sentido deben cumplirse durante el estado de vigilia los ejercicios espirituales, por los cuales, durante la noche, el cuerpo astral adquiere la plasticidad como para generar en sí mismo los órganos de la percepción superior.
Esta meditación puede realizarse de triple manera. Puede tomarse en consideración más bien el material pensante, lo que se llama elementos de sabiduría del pensamiento puro. Esto es propio al discipulado del yoga que principalmente trabaja con la contemplación, el pensamiento. Por otra parte, puede cultivarse y desarrollar más bien el sentimiento. Esto corresponde específicamente al principio cristiano. Pero también pueden combinarse los elementos del sentimiento y de la voluntad; y esto es el método cristiano-rosacruz. Hablar del yoga nos llevaría demasiado lejos y tampoco guardaría relación con el Evangelio de Juan.
Consideraremos pues la iniciación específicamente cristiana para ver en qué se basa. Pero hay que tener presente que una persona perteneciente a los círculos sociales de nuestro tiempo difícilmente podría tomar el camino de esta iniciación, porque requiere del hombre una temporaria aislación. En cambio, el método rosacruz se presta precisamente para que el hombre, sin desatender sus obligaciones, pueda elevarse a los mundos superiores. No obstante, el principio fundamental puede exponerse claramente considerando la iniciación cristiana.
Este método de iniciación trabaja exclusivamente en base al sentimiento; y he de nombrar siete etapas o escalones de sentimiento cuyo experimentar influye en el cuerpo astral y le hace desarrollar, durante la noche, los órganos superiores. Vamos a describir cómo debe ser la vida del discípulo cristiano, si quiere pasar por los referidos escalones o grados.
El primer grado consiste en lo que se denomina la ceremonia del “lavatorio”, o lavado de los pies. El Maestro dice al discípulo: “Mira la planta; ella echa raíces en la tierra; el suelo mineral es un ser inferior al vegetal. Si la planta fuera consciente de su naturaleza, diría a la tierra: si bien es verdad que yo soy de naturaleza superior, no podría existir si tú no existieras, pues tú, tierra, me alimentas en mayor parte. Y si la planta pudiese expresarlo con sentimientos, se inclinaría hacia la roca y le diría: Me inclino hacia ti, roca, ser inferior, pues a ti debo mi existencia. Si subimos un escalón: el animal, en forma análoga, diría a la planta: si bien es verdad que yo soy superior al vegetal, le debo, no obstante, al reino inferior mi existencia. Y si de la misma manera seguimos subiendo y llegamos al ser humano, cada uno que en la jerarquía social se encuentre un poco más alto debería inclinarse hacia la posición inferior y decir: al que está en posición inferior, le debo mi existencia. Y así hemos de subir hasta el Cristo Jesús.
Los doce, en torno de El, hállanse en un grado inferior; pero al igual que la planta se desenvuelve de la roca, así también el Cristo Jesús tiene su origen en los doce; El se inclina hacia ellos, diciendo: A vosotros debo mi existencia”.
Después de haberlo explicado al discípulo, el maestro le decía: “Durante semanas• deberás entregarte al sentimiento cósmico de que lo superior debe inclinarse hacia lo inferior; habiéndolo contemplado profundamente, experimentarás un síntoma interior y otro exterior”. Pero éstos no son lo principal, sino que dan prueba de que el discípulo se ha ejercitado suficientemente. Si de dicha manera el alma había influido sobre el cuerpo físico, el discípulo, como síntoma exterior, tenía la sensación como si agua fluyese por sus pies. ¡Una sensación absolutamente real! Y como otra sensación igualmente real, tenía la grandiosa visión astral de la ceremonia del lavatorio, el inclinarse del yo superior hacia el yo inferior. El hombre percibe en lo astral lo que en el Evangelio de Juan se describe como hecho histórico.
El segundo grado consiste en que al discípulo se le dice: “Debes desarrollar en ti mismo otro sentimiento más. Debes re- presentarte que te atacasen toda clase de dolores y sufrimientos del mundo; debes sentir que estuvieses expuesto a la embestida de toda clase de contratiempos; y debes suscitar el sentimiento de estar erguido aunque te amenazase toda la miseria del mundo”.
Del haberlo ejercitado lo suficiente, resultan otros dos síntomas: uno se traduce en el sentimiento como si de todas partes el discípulo fuese golpeado y como segundo fenómeno tiene la visión astral de la “flagelación”. Lo que relato, ha sido experimentado por centenares de hombres, dándoles la capacidad para ascender a los mundos espirituales.
En tercer lugar el discípulo debía pensar que lo más sagrado de su ser, lo que él cultiva con toda la fuerza de su yo, fuese agobiado con mofa y escarnio; y tenía que decirse: “Venga lo que viniera, debo quedar firme y luchar por lo sagrado de mi ser”. Al haber profundizado tal sentimiento, sentía un dolor punzante en la cabeza; y como visión astral experimentaba “el colocar la corona de espinas”. Aquí también cabe advertir que lo que importa, no son los síntomas, los cuales aparecen como efecto de los ejercicios. Además, se toman las medidas para excluir la sugestión y la autosugestión.
En el cuarto grado el discípulo debe lograr que al cuerpo propio lo sienta tan extraño como si fuera un objeto exterior; por ejemplo, un pedazo de madera, de modo que no diga “yo” con referencia a su cuerpo. Y lo debe sentir a tal punto que dirá: “llevo conmigo mi cuerpo, al igual que llevo mis prendas de vestir”. Deja de relacionar su yo con su cuerpo; y se produce lo que se llama la prueba d sangre. Lo que en muchos casos podría ser un estado patológico es, en este caso —puesto que se excluye todo lo patológico—, efecto de la meditación.
Aparecen los estigmas en los pies, en las manos y en el costado derecho del cuerpo; y como síntoma interior, el discípulo tiene la visión astral de la “crucifixión”.
Solo brevemente podemos describir el quinto, sexto y séptimo grado de sentimiento. El quinto escalón consiste en lo que se llama “la muerte mística”. Por los sentimientos que a esta altura el discípulo ha de experimentar, se le presenta algo como si en un determinado instante se corriese una cortina negra ante todo lo físicamente visible, como si todo desapareciera. Además, este instante tiene importancia por lo que debe haberse experimentado si se quiere alcanzar la iniciación cristiana en la verdadera acepción de la palabra. El iniciando se sumerge en las causas primitivas del Mal, del dolor, de la aflicción y del sufrimiento; y él sufre todo lo que del Mal vive en el fondo del alma humana, al “descender al infierno”. Una vez experimentado esto, resulta como si se rompiese la cortina negra, y se percibe el mundo espiritual.
El sexto escalón es lo que se llama “la sepultura y la resurrección”. Es el grado en que el discípulo se siente aunado con todo el cuerpo terrestre, como si estuviese puesto en la tierra y perteneciese a todo el planeta. Su vida se expande y se convierte en vida planetaria.
No es posible describir con palabras el séptimo sentimiento. Sólo podría describirlo quien fuera capaz de pensar sin el instrumento del cerebro físico; y para ello no existe ningún lenguaje porque nuestro idioma no posee sino expresiones para el plano físico. Este grado es superior a todo cuanto el hombre comúnmente puede representarse. Se denomina “la Ascensión”, o la total admisión al mundo espiritual. Con ello concluye la escala de los sentimientos que en estado de vigilia el discípulo debe desarrollar en absoluto recogimiento. Después de haberse abandonado a ellos, esta experiencia ejerce un efecto sobre el cuerpo astral del discípulo a tal punto que durante la noche se desenvuelven y se plasman los órganos sensorios interiores. La iniciación rosacruz no pasa por esta escala septena de sentimientos, pero conduce al mismo efecto que acabamos de explicar.
Así vemos que en la iniciación se trata de influirpor medio de las ejercitaciones diurnas, sobre el cuerpo astral, con el fin de que, cuando en la noche está totalmente libre, él mismo pueda darse una nueva forma plástica. Cuando de esta manera el hombre como ser astral, ha llegado a darse esta forma plástica, el cuerpo astral realmente se ha convertido en un nuevo principio (Wesensglied) del ser humano, pues se halla enteramente compenetrado de Manas o Yo espiritual.
Finalmente, al haberse estructurado de la referida manera, se trata de que lo plásticamente desarrollado del cuerpo astral, se imprima también en el cuerpo etéreo. De un modo análogo a como un sello imprime en el lacre un nombre o un signo, así también debe el cuerpo astral sumergirse en el cuerpo etéreo e imprimirle lo que de la referida manera ha conquistado. El íntimo procedimiento del influir sobre el cuerpo astral y su desarrollo, son idénticos en todos los métodos de la iniciación; sólo se distinguen entre sí en cuanto a la transmisión al cuerpo etéreo.
Tomado del Evangelio Según San Juan
Dr. Rudolf Steiner.

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