domingo, 17 de abril de 2011

El Amor y su significado en el Mundo, por Rudolf Steiner

El Amor y su significado en el Mundo, por Rudolf
Conferencia impartida en Zurich, 17 de diciembre de 1912, traducida a partir de un texto taquigrafiado no revisado por su autor.
Cuando decimos que en el momento actual en, su evolución, el hombre debe aprender a comprender el Impulso de Cristo, se podría pensar: ¿Cuál, entonces, es la posición de alguien que jamás ha oído hablar del Impulso de Cristo, quizás incluso que nunca haya oído el nombre de Cristo? ¿Es necesario tener algún conocimiento teórico del Impulso de Cristo para que el poder de Cristo pueda fluir dentro del alma? Aclararemos nuestra mente sobre estas cuestiones con los siguientes pensamientos relativos a la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte.
El ser humano viene al mundo y vive a través de la niñez en un estado de semi-ensoñación. Tiene que aprender gradualmente a sentirse a sí mismo como un “Yo”, y la vida de su alma es constantemente enriquecida por lo que se recibe a través del “Yo”. En el momento en que la muerte se aproxima, esta vida del alma está en su momento más rico y maduro. De ahí que surja la cuestión vital: ¿Qué pasa con la vida de nuestra alma cuando el cuerpo desaparece? Es una peculiaridad de nuestra vida física y de la vida de nuestra alma que la riqueza de nuestra experiencia y conocimiento aumenta en importancia cuanto más cerca estamos de la muerte; pero al mismo tiempo se pierden ciertos atributos y son reemplazados por otros de un carácter completamente diferente. En la juventud reunimos conocimiento, pasamos a través de experiencias, abrigamos esperanzas que como norma sólo se pueden cumplir más tarde. Cuanto más viejos somos, más comenzamos a amar la sabiduría revelada por la vida. El amor por la sabiduría no es egoísta, pues este amor aumenta en la medida en que nos acercamos a la muerte; aumenta en la medida en que las expectativas de obtener algo a partir de nuestra sabiduría decrecen. Nuestro amor por este contenido de nuestra alma aumenta continuamente. En este aspecto la Ciencia Espiritual puede realmente convertirse en una fuente de tentación, en el grado en que un hombre puede ser conducido a creer que su próxima vida dependerá de la adquisición de sabiduría en esta vida actual. El efecto de la Ciencia Espiritual puede ser una extensión de egoísmo más allá de los límites de esta vida actual, y ahí reside el peligro. Así, si es incorrectamente comprendida, la Ciencia Espiritual puede actuar como un tentador, y esto reside en su propia naturaleza.
El amor por la sabiduría adquirido de la vida puede comparase con el florecimiento de una planta cuando se ha alcanzado el estado necesario de madurez. El amor surge por algo que está contenido en nosotros mismos. Los hombres han intentado a menudo sublimar el impulso de amor por lo que está dentro de ellos mismos. En la mística, por ejemplo, encontramos evidencias de cómo se esfuerzan en trasmutar el impulso del amor por uno mismo en el amor por la sabiduría, y dejar que este amor irradie con belleza. Al hundirse en la contemplación de las profundidades de la vida de su propia alma se esfuerzan en ser conscientes de la Chispa Divina en su interior. Pero la verdad es que la sabiduría que el hombre adquiere en la vida es sólo el medio a través del cual se desarrolla la semilla de su próxima vida. Cuando una planta ha completado su crecimiento a través del año, la semilla permanece. Así sucede con la sabiduría adquirida a partir de la vida. El hombre pasa a través de la Puerta de la Muerte y el núcleo espiritual, al estar en su proceso de madurez, es la semilla de la próxima vida. Un hombre que siente esto puede convertirse en un Místico y confundir lo que es sólo la semilla de la próxima vida con la Chispa Divina, lo Absoluto. Esta es su interpretación porque va en contra de los principios de un hombre reconocer que esta semilla espiritual no es sino su propio yo. Meister Eckhart, John Tauler y otros, hablaron de ello como el “Dios interior”, porque no sabían nada de la reencarnación. Si comprendemos el significado de la ley de reencarnación reconocemos la importancia del amor en el mundo, tanto en un sentido particular como general. Cuando hablamos del karma, nos referimos a aquello que como causa en una vida tiene sus efectos en la siguiente. En términos de causa y efecto no podemos, sin embargo, hablar verdaderamente de amor, no podemos hablar de un acto de amor y su compensación eventual. Es cierto, si hay un acto, habrá una compensación, pero esto no tiene nada que ver con el amor. Los actos de amor no buscan compensaciones en la próxima vida.
Suponed, por ejemplo, que trabajamos y que nuestro trabajo obtiene beneficios. Puede suceder también que nuestro trabajo no nos dé gozo porque lo hacemos simplemente para pagar deudas, no por una recompensa real. Podemos imaginar que de esta forma un hombre ya ha gastado lo que está ahora ganándose con su trabajo. Él preferiría no tener deudas, pero según son las cosas, está obligado a trabajar para pagarlas. Ahora apliquemos este ejemplo a nuestras acciones en general. Con todo lo que hacemos a partir del amor pagamos deudas. Desde un punto de vista oculto, lo que se hace a partir del amor no acarrea recompensas sino que enmienda beneficios ya gastados. Las únicas acciones de las que no tenemos nada en el futuro son aquellas que efectuamos a partir del verdadero y genuino amor. Esta verdad puede ser muy inquietante y los hombres son afortunados en que no sepan nada de ello en su conciencia superior. Pero en su subconsciente todos ellos lo saben, y por eso los actos de amor son hechos tan de mala gana, por qué hay tan poco amor en el mundo. Los hombres sienten instintivamente que no pueden esperar nada de su “Yo” en el futuro a partir de los actos de amor. Se debe haber alcanzado una etapa avanzada de desarrollo antes de que el alma pueda experimentar gozo al realizar actos de amor de los cuales nada obtiene para sí misma. Este tipo de impulso no es fuerte en la humanidad. Pero el ocultismo puede ser una fuente de poderosos incentivos para realizar actos de amor.
Nuestro egoísmo no gana nada a partir de los actos de amor, pero es lo mejor para el mundo. El ocultismo dice: El amor es para el mundo lo que el sol es para la vida externa. Ningún alma podría prosperar si el amor desapareciera del mundo. El amor es el sol “moral” del mundo. ¿No sería absurdo que un hombre que se deleita con las flores que crecen en una pradera deseara que el sol desapareciera del mundo? Traducido a términos de la vida moral, esto significa: nuestra profunda preocupación debe ser que un impulso para el desarrollo sólido, saludable, encuentre su camino en los asuntos de la humanidad. Diseminar amor sobre la tierra en la mayor medida posible, promocionar el amor en la tierra, eso y solo eso es sabiduría.
¿Qué aprendemos de la Ciencia Espiritual? Aprendemos hechos que conciernen a la evolución de la tierra, oímos hablar del Espíritu de la tierra, de la superficie de la tierra y de sus cambiantes condiciones, del desarrollo del cuerpo humano, etcétera; aprendemos a comprender la naturaleza de las fuerzas que trabajan y tejen en el proceso evolutivo. ¿Qué significa esto? ¿Qué significa cuando la gente no quiere saber nada de la Ciencia Espiritual? Significa que no tienen interés en lo que es la realidad. Pues si un hombre no desea saber nada sobre la naturaleza del Antiguo Saturno, Antiguo Sol, Antigua Luna, entonces no puede saber nada sobre la Tierra. La falta de interés en el mundo es egoísmo en su forma más grosera. El interés por toda la existencia es el deber obligatorio del hombre. ¡Por tanto anhelemos y amemos el sol con su poder creador, su amor por el bienestar de la tierra y de las almas de los hombres! Este interés por la evolución debería ser la semilla espiritual de amor para el mundo. Una Ciencia Espiritual sin amor sería un peligro para la humanidad. Pero el amor no debería ser un asunto de predicación; el amor debe venir, y de hecho vendrá, al mundo a través de la difusión del conocimiento de verdades espirituales. Los actos de amor y la Ciencia Espiritual deberían estar inseparablemente unidos.
El amor obtenido por medio de los sentidos es el manantial del poder creador, de aquello que está viniendo al ser. Sin amor nacido de los sentidos, nada material existiría en el mundo; sin amor espiritual, nada espiritual puede surgir en la evolución. Cuando practicamos el amor, cultivamos el amor, fuerzas creativas se vierten en el mundo. ¿Puede esperarse que el intelecto ofrezca razones para esto? Las fuerzas creativas se vertieron en el mundo antes de que nosotros mismos y nuestro intelecto vinieran a la existencia. En verdad, como egoístas, podemos privar al futuro de fuerzas creativas; pero no podemos eliminar los actos de amor y las fuerzas creadoras del pasado. Debemos nuestra existencia a actos de amor realizados en el pasado. La fuerza con la que hemos sido dotados por estos actos de amor es la medida de nuestra profunda deuda con el pasado, y cualquier amor que podamos en cualquier momento ser capaces de producir es el pago de deudas adquiridas por nuestra existencia. A la luz de este conocimiento seremos capaces de comprender los actos de un hombre que ha alcanzado un estado de desarrollo superior, pues él tiene deudas aún mayores que pagar al pasado. Él paga sus deudas a través de actos de amor, y aquí yace su sabiduría. Cuanto más alta sea la etapa de desarrollo alcanzada por un hombre, más fuerte se hace en él el impulso del amor; la sabiduría sola no basta.
Pensemos en el significado y efecto del amor en el mundo de la siguiente manera. El amor es siempre el recordatorio de deudas adquiridas con la vida en el pasado, y como no ganamos nada para el futuro al pagar estas deudas, no acumulamos ningún beneficio para nosotros mismos a partir de nuestros actos de amor. Hemos de dejar nuestros actos de amor atrás en el mundo; pero ellos son entonces un factor espiritual en el flujo de los acontecimientos del mundo. No es a través de nuestros actos de amor sino a través de actos de diferente carácter como nos perfeccionamos a nosotros mismos; aunque el mundo es más rico por nuestros actos de amor. El amor es la fuerza creativa del mundo.
Al lado del amor hay otros dos poderes en el mundo. ¿Cómo se comparan con el amor? Uno es la fuerza, el poder; el segundo es la sabiduría. En lo que respecta a la fuerza o poder podemos hablar de grados: más débil, más fuerte, o poder absoluto, omnipotencia. Lo mismo se aplica a la sabiduría, pues hay etapas en el camino hacia la omnisciencia. No valdrá hablar de la misma manera de grados de amor. ¿Qué es el amor universal, amor por todos los seres? En el caso del amor no podemos hablar de mejora como podemos hablar de mejora de conocimiento hacia la omnisciencia o de poder hacia la omnipotencia, por virtud de lo cual obtenemos una mayor perfección de nuestro propio ser. El amor por unos pocos o por muchos seres no tiene nada que ver con nuestro propio perfeccionamiento. El amor por todo lo que vive no puede compararse con la omnipotencia, el concepto de magnitud, o de mejora, no puede aplicarse correctamente al amor. ¿Puede adscribirse el atributo de omnipotencia al Ser Divino que vive y teje a través del mundo? Las controversias nacidas del sentimiento deben ser aquí silenciadas: si Dios fuera omnipotente, él sería responsable de todo lo que ocurre y no habría libertad humana. Si el hombre puede ser libre, entonces ciertamente no puede haber omnipotencia Divina.
¿Es la Divinidad omnisciente? Como la meta más elevada del hombre es la semejanza con Dios, nuestro esfuerzo debe estar enfocado en la dirección de la omnisciencia. ¿Es la omnisciencia, pues, el tesoro supremo? Si lo es, una profunda sima se abrirá siempre entre el hombre y Dios. En todo momento el hombre tendría que ser consciente de este abismo si Dios poseyera el tesoro supremo de la omnisciencia para él mismo y lo ocultara al hombre. El atributo omni-abarcante de la Divinidad no es la omnipotencia, ni es la omnisciencia, sino el amor, el atributo respecto al cual no cabe mejora posible. Dios es amor supremo, sin mácula, nació como si dijéramos del amor, es la sustancia y esencia misma del amor. Dios es amor puro, no sabiduría suprema, no poder supremo. Dios ha mantenido el amor para sí mismo pero ha compartido la sabiduría y el poder con Lucifer y Ahriman. Él ha compartido la sabiduría con Lucifer y el poder con Ahriman, para que el hombre pueda ser libre, para que bajo la influencia de la sabiduría el hombre pueda hacer progresos.
Si tratamos de descubrir el origen de lo que es creativo llegamos al amor; el amor es el terreno, la base de todo lo que vive. Es a través de un impulso diferente en la evolución que los seres son conducidos a hacerse más sabios y más poderosos. El progreso se obtiene a través de la sabiduría y la fuerza… El estudio del curso tomado por la evolución de la humanidad nos muestra cómo el desarrollo de la sabiduría y la fuerza está sujeto a cambio: hay una evolución progresiva y después está el Impulso de Cristo que una vez se vertió en la humanidad a través del Misterio del Gólgota. El amor, por tanto, no llegó al mundo en grados; el amor fluyó dentro de la humanidad como un presente de la Divinidad, en completa y perfecta plenitud. Pero el hombre puede recibir el Impulso en sí mismo gradualmente. El Impulso Divino del amor como lo necesitamos en la vida terrestre es un impulso que vino de una vez y para siempre.
El verdadero amor no es capaz de disminuir o de amplificarse. Su naturaleza es bastante diferente de la naturaleza de la sabiduría y del poder. El amor no despierta expectativas para el futuro; es el pago de deudas incurridas en el pasado. Y tal fue el Misterio del Gólgota en la evolución del mundo. ¿Tenía la Divinidad, pues, alguna deuda pendiente con la humanidad?
La influencia de Lucifer trajo a la humanidad un cierto elemento como consecuencia del cual algo que el hombre poseía anteriormente le fue arrebatado. Este nuevo elemento condujo a un descenso, un descenso contrarrestado por el Misterio del Gólgota que hizo posible el pago de todas las deudas. El Impulso del Gólgota no fue dado para que los pecados que hemos cometido en la evolución nos sean perdonados, sino para que aquello que se deslizó sigilosamente dentro de la humanidad debido a Lucifer pudiera ser contrarrestado.
Imaginemos que hay un hombre que no sabe nada del nombre de Jesucristo, nada de lo que es comunicado en los Evangelios, pero que comprende la diferencia radical entre la naturaleza de la sabiduría y poder y la naturaleza del amor. Tal hombre, incluso aunque no sepa nada del Misterio del Gólgota, es un Cristiano en el sentido más verdadero de la palabra. Un hombre que sabe que el amor está ahí para pagar deudas y que no trae beneficios para el futuro, es un verdadero Cristiano. Para comprender la naturaleza del amor, ¡es decir ser Cristiano! la Teosofía sola, la Ciencia Espiritual sola, con sus enseñanzas del karma y la reencarnación, puede conducirnos a un gran egoísmo a menos que se añada el impulso del amor, el Impulso de Cristo; sólo así podremos adquirir el poder de superar el egoísmo que puede generar la Ciencia Espiritual. El equilibrio se establece con la comprensión del Impulso de Cristo. La Ciencia Espiritual se da hoy al mundo porque es necesaria para la humanidad, pero en ella reside el mayor peligro de que –si es cultivada sin el Impulso de Cristo, sin el impulso del amor- los hombres sólo incrementarán su egoísmo, realmente engendrarán un egoísmo que durará más allá de la muerte. De esto no se debe sacar la conclusión de que no deberíamos cultivar la Ciencia Espiritual, más bien debemos aprender a darnos cuenta de que comprender la naturaleza esencial del amor es una parte integral de ella.
¿Qué sucedió realmente en el Misterio del Gólgota? Jesús de Nazareth nació, vivió como se relata en los Evangelios, y cuando Él tenía treinta años tuvo lugar el bautismo en el río Jordán. A partir de ese momento el Cristo vivió durante tres años en el cuerpo de Jesús de Nazareth y realizó el Misterio del Gólgota. Mucha gente cree que el Misterio del Gólgota debería ser considerado en un aspecto enteramente humano, creyendo como creen que fue un hecho terrestre, un acto perteneciente al reino de la tierra. Pero eso no es así. Sólo desde el punto aventajado de los mundos superiores es posible ver el Misterio del Gólgota en su verdadera luz y cómo sucedió en la tierra.
Pensemos de nuevo en el comienzo de la evolución de la tierra y del hombre. El hombre fue dotado de ciertos poderes espirituales, y entonces Lucifer se acercó a él. En este punto podemos decir: Los Dioses que promueven el progreso de la evolución entregaron su omnipotencia a Lucifer para que el hombre pudiera ser libre. Pero el hombre se hundió en la materia más profundamente de lo debido; él huyó de los Dioses del progreso, cayó más profundamente de lo que había deseado. ¿Cómo, entonces, pueden los Dioses del progreso atraer al hombre hacia ellos mismos de nuevo? Para comprender esto debemos pensar, no en la tierra, sino en los Dioses reuniéndose en consejo. Es por los Dioses por los que Cristo realiza el Acto por el que los hombres son llevados de vuelta hacia los Dioses. El acto de Lucifer fue representado en el mundo suprasensible; el acto de Cristo, también, fue representado en el mundo suprasensible, pero también en el sensible. Esto fue un logro más allá del poder de cualquier ser humano. El acto de Lucifer pertenecía al mundo suprasensible. Pero Cristo bajó a la tierra a realizar Su Acto aquí, y los hombres son los espectadores de este Acto. El Misterio del Gólgota es un Acto de los Dioses, un asunto de los Dioses en el que los hombres son los espectadores. La puerta del cielo se abre y un Acto de los Dioses resplandece a través de ella. Este es el primer y único Acto sobre la tierra que es enteramente suprasensible. No es de extrañar, por tanto, que aquellos que no creen en lo suprasensible no crean en el Acto de Cristo. El Acto de Cristo es un Acto de los Dioses, un Acto que ellos mismos representan. Aquí yace la gloria y la importancia única del Misterio del Gólgota y los hombres son invitados a ser sus testigos. No se encontrarán evidencias históricas. Los hombres han visto el suceso en su aspecto externo sólo; pero los Evangelios fueron escritos a partir de la visión suprasensible y son por tanto fácilmente desautorizados por aquellos que no tienen ningún sentimiento por la realidad suprasensible.
El Misterio del Gólgota como un hecho realizado es una de las más sublimes de todas las experiencias del mundo espiritual. El acto de Lucifer pertenece a un tiempo en que el hombre aún era consciente de su propia participación en el mundo suprasensible; el Acto de Cristo fue realizado en la existencia material misma, es un Acto tanto físico como espiritual. Podemos comprender el acto de Lucifer a través de la sabiduría; comprender el Misterio del Gólgota está más allá del alcance de la sabiduría sola. Incluso si toda la sabiduría del mundo es nuestra, el Acto de Cristo puede aún estar más allá de nuestra comprensión. El amor es esencial para cualquier comprensión del Misterio del Gólgota. Sólo cuando el amor fluye en la sabiduría y entonces de nuevo la sabiduría fluye en el amor será posible entender la naturaleza y el significado del Misterio del Gólgota, sólo cuando, mientras vive hacia la muerte, el hombre despliega el amor por la sabiduría. El amor unido con la sabiduría, eso es lo que necesitamos cuando pasamos a través de las Puertas de la Muerte, porque sin sabiduría que esté unida al amor morimos verdaderamente. Philo-sophia, filosofía, es el amor por la sabiduría. La antigua sabiduría no era filosofía pues no nació a través del amor sino a través de la revelación. No hay nada parecido a la filosofía en Oriente, sino sabiduría de Oriente. La filosofía como amor a la sabiduría llegó al mundo con Cristo; ahí tenemos la entrada de la sabiduría emanando del impulso de amor que entró en el mundo con el Impulso de Cristo. El impulso de amor debe ser ahora llevado a efecto en la sabiduría misma.
La antigua sabiduría, adquirida por el vidente a través de la revelación, viene a través de la expresión en las sublimes palabras de la plegaria original de la humanidad: Ex Deo Nascimur, de Dios nacemos. Eso es sabiduría antigua. Cristo, que vino de los reinos del espíritu ha unido la sabiduría con el amor y este amor superará al egoísmo. Tal es su objetivo. Pero debe ofrecerse independiente y libremente de un ser a otro. Por lo tanto el comienzo de la era de amor coincidió con la de la era del egoísmo. El cosmos tiene su fuente y origen en el amor; el egoísmo fue el retoño natural e inevitable del amor. Así con el tiempo el Impulso de Cristo, el impulso del amor, vencerá al elemento de separación que se ha deslizado en el mundo, y el hombre puede gradualmente convertirse en un participante en esta fuerza de amor. En las monumentales palabras de Cristo sentimos el amor vertiéndose en los corazones de los hombres:
“Donde se reúnen dos o tres en mi nombre, allí estoy yo entre ellos”
De una manera parecida el antiguo dicho Rosacruz resuena en el amor que está casado con la sabiduría: In Christo Morimur, En Cristo morimos.
A través de Jehová, el hombre estaba predestinado a una existencia de alma grupal; el amor iba a penetrar en él gradualmente por medio de las relaciones sanguíneas; es a través de Lucifer que él vive como una personalidad. Originalmente, por tanto, los hombres estaban en un estado de unión, después de separatividad como consecuencia del principio Luciférico que promueve el egoísmo, la independencia. Junto con el egoísmo, el mal entró en el mundo. Tenía que ser así, porque sin el mal el hombre no podría entender el bien. Cuando un hombre obtiene la victoria sobre sí mismo, es posible que se desarrolle el amor. Cristo trajo al hombre sumido en las garras del egoísmo creciente el impulso para esta victoria sobre sí mismo y de ese modo el poder para conquistar al mal. Los Actos de Cristo reúnen de nuevo a aquellos seres humanos que fueron separados a través del egoísmo. Las palabras de Cristo concernientes a los actos de amor son ciertas en el sentido más profundo de la palabra:
“Aquello que le haces al último de mis hermanos, me lo haces a mí”
El Divino Acto de Amor fluyó de vuelta sobre el mundo terrenal; según pasa el tiempo, a pesar de las fuerzas de la decadencia física y de la muerte, la evolución de la humanidad se impregnará e imbuirá de una nueva vida espiritual a través de este Acto, un Acto realizado, no a partir del egoísmo sino sólo a partir del espíritu del amor. Per Spiritum Sanctum Reviviscimus, por el Espíritu Santo Revivimos.
Así el futuro de la humanidad consistirá en algo más que el amor. El perfeccionamiento espiritual será para el hombre terrenal la meta más digna de aspiración -(esto es descrito al comienzo de mi segundo Drama de Misterios, La Probación del Alma)- pero nadie que comprenda lo que los actos de amor son verdaderamente dirá que su propio esfuerzo por la perfección es egoísta. Esforzarse por la perfección imparte fuerza a nuestro ser y a nuestra personalidad. Pero nuestra valoración del mundo debe ser vista como residiendo completamente en actos de amor, no en actos realizados por el bien del auto-perfeccionamiento. No nos dejemos engañar en relación con esto. Cuando un hombre está esforzándose en seguir a Cristo por medio del amor a la sabiduría, de la sabiduría que él dedica al servicio del mundo sólo tiene efecto real si está lleno de amor.
La sabiduría entró en el amor, que inmediatamente promueve y conduce al mundo hacia Cristo, y este amor por la sabiduría también excluye la mentira. Pues la mentira es el opuesto directo de los hechos reales, y aquellos que se rinden amorosamente a los hechos son incapaces de mentir. La mentira tiene su raíz en el egoísmo, siempre, sin excepción. Cuando, a través del amor, hemos encontrado el camino hacia la sabiduría, alcanzamos la sabiduría a través del creciente poder de la auto-conquista, por medio del amor altruista. Así el hombre se convierte en una personalidad libre. El mal fue el subsuelo en que la luz del amor fue capaz de brillar; pero es el amor el que nos permite entender el significado y el lugar del mal en el mundo. La oscuridad ha permitido a la luz entrar en nuestro conocimiento. Sólo un hombre que es libre en el sentido real puede convertirse en un verdadero Cristiano.
Rudolf Steiner
Zurich, 17 de diciembre de 1912
Traducido por Equipo Redacción
BIOSOPHIA
Steiner

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