domingo, 27 de noviembre de 2011

ERA CRISTIANA DESDE LA ANTROPOSOFIA_MARIA ISABEL GARCIA POLO

El inicio de nuestra Era lo fijó el monje Dionisio el Exiguo, el año 540 en Roma, partiendo del nacimiento de Cristo el 25 de Diciembre del año 753 de la fundación de Roma, siendo pues el 754 el 1º de la llamada Era Cristiana.
Son muchos los que pretenden que la figura de Jesús de Nazaret, el Cristo, no tiene ningún fundamento histórico. Hay dudas también sobre la existencia en aquellos tiempos de la ciudad de Nazaret, diciendo que ese apodo no sería toponímico, sino que fue llamado así por pertenecer a la comunidad de los nazarenos, nesorayya en hebreo, dedicados a la búsqueda espiritual, teniendo en cuenta una profecía que dice: “Será llamado Nazoreo” [i]
Sin embargo hay muchos testimonios escritos que mencionan a Jesús de Nazaret. Por ejemplo, ya en el s. III de nuestra Era Orígenes, escritor nacido en Alejandría el año 185 que murió en Tiro el año 254, habla de “la cueva en que nació Jesús”.

Tertuliano, apologista cristiano, muerto en el s. III, menciona el “censo ordenado por Augusto” donde figura la genealogía de Jesús.
Flavio Josefo, historiador romano del primer siglo de nuestra Era, en su obra “Antigüedades Judías” escribe que “en esta época vivió Jesús, un hombre excepcional, si podemos llamarle hombre, porque realizó cosas prodigiosas. Se ganó a muchos de entre los judíos y los griegos. Este era el Cristo.”
Suetonio, historiador latino muerto en el año 140, autor de “Los Doce Césares”, menciona a Jesús de Nazaret, conocido como Cristo, que “acaudilló a los judíos amotinados contra Roma”.
Tácito, el gran Historiador romano, muerto en el año 119, autor sobre todo de las Historias y Anales del Imperio, menciona la muerte de Jesús en tiempos de Poncio Pilatos.
Sin contar los numerosos Evangelios Apócrifos sobre su vida y milagros, los 4 Evangelios llamados Canónicos nos dan toda serie de informaciones sobre su nacimiento, lugar y fechas, no siempre coincidentes, que sirvieron a Dionisio para establecer el comienzo de nuestra Era.
No deja de ser curioso que todo el mundo occidental haya tenido en consideración el humilde nacimiento de un niño, en una cueva, para establecer “el Tiempo” de nuestra historia contemporánea. Cuando menos cabría el interés por preguntarse: ¿quién pudo ser ese niño, nacido en Belén de Judea? Y ¿quiénes sus padres, sus abuelos? ¿De dónde provenía? ¿Qué supuso su vida, o sus hechos, para que se la haya tenido en cuenta a la hora de fijar el comienzo de toda una Era cultural?
El Antiguo y el Nuevo Testamento
La tradición de nuestras raíces judeo-cristianas nos remite a la Biblia como fuente para el conocimiento del origen de la Humanidad. En nuestra cultura tan materialista no deja de sorprender que su comienzo tenga que ver con algo de tipo religioso, espiritual, relacionado con lo que en la Biblia se conoce como el Génesis, Libro de la Creación del Mundo y de la Humanidad, donde se relata el “principio” de nuestro planeta Tierra y de la humanidad que la puebla desde “entonces”.
Partiendo de los dos primeros seres humanos, representados por Adam y Eva, y de su descendencia, Caín, Abel y Set, sus primeros “hijos”, que se multiplicarán de manera muy prolífica, pasando por Noé y el Diluvio Universal, que terminó con una antigua civilización para dar comienzo al nuevo orden del mundo (Gén. IX) se llega a Abraham, el más reconocido de los Patriarcas postdiluvianos, que da comienzo a lo que conocemos como la “raza elegida” o “el pueblo elegido”, por Dios.
Elegido ¿para qué? ¿Qué posible misión tenía encomendada este pueblo? Sin duda algo importante que exigía la pureza de su sangre, como se demostraría por las uniones consanguíneas de tan numerosa descendencia. (Goethe también sabía la importancia de la sangre, ese “fluido tan especial” con el que Fausto tiene que firmar su contrato con Mefistófeles)
Por otro lado, todo el relato posterior del Génesis, está sembrado de luchas, ambiciones, desavenencias, éxodos de las distintas tribus, casamientos, descendencias, invasiones, esclavitudes, injusticias. Una historia interminable que comienza en la propia familia de Abraham que, casado con Sara, y no habiendo tenido descendencia, por ser ella estéril, instigado por su esposa, ya en edad madura, tiene un hijo con una de sus esclavas, la egipcia Agar, madre de Ismael. Y unos años más tarde, como un don de Javéh, Sara a su vez se queda encinta de su anciano marido, dando a luz otro hijo, al que llamarán Isaac.
(Es muy curioso el origen semántico de este nombre, que tiene la misma raíz, en hebreo, que “risa”, porque según cuenta la Biblia cuando Javéh le dijo a Abraham que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo (Gén. XV, 5) al contárselo a Sara, ésta “se rió”, sabiéndose estéril y en edad madura. Cuando nació Isaac, ella volvió a decir: “Dios me ha dado de qué reir”. Gén. XXI, 6)
Estos dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac, serán los representantes de los dos pueblos que aún hoy en día siguen peleando por la tierra que Javéh repartió entre ellos en el momento de su nacimiento. Palestinos e Israelíes. Hermanos de padre (y además, porque todos somos hijos del Altísimo [1]) pero enemigos. Junto con los cristianos forman:
Las “tres culturas del Libro”
Los árabes consideran a Ismael el origen de su pueblo, de su nación. Los musulmanes, seguidores del Corán, se rigen en el “tiempo” por la Hégira, que comienza el 16 de Julio del año 622, día de la huida de Mahoma a La Meca. Sus años son lunares, de 354 días, más o menos.
Los israelíes siguen la Toráh, el Libro de las Enseñanzas, recopilación del Pentateuco, los 5 Libros que componen el Antiguo Testamento, y los cristianos añaden a éstos, los 4 Evangelios, o la Buena Nueva traída por Jesús el Cristo, que componen el Nuevo Testamento.
La Tradición atribuye los Evangelios sinópticos, o canónicos, los únicos aceptados por la Institución eclesiástica, a Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Mateo empieza su relato con la Genealogía de Jesús, partiendo de Abraham, hasta David, pasando por el cautiverio del pueblo hebreo en Babilonia, para llegar a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Cristo y dice: “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían de Oriente se presentaron ante éste preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle”. (Mt. 2,1) Según la cronología de Dionisio, Herodes murió el año 4 antes de Cristo. Es importante tener en cuenta el hecho de que unos “Magos”, astrólogos orientales, supieran, porque una estrella les hablaba, de un acontecimiento tan especial que les puso en camino hacia Judea: el nacimiento de un niño.
Lucas, médico, de origen pagano, nacido en Antioquia, seguidor de Pablo, escribe su relato empezando con un Prólogo en el que precisa que han sido muchos los que han tratado de narrar lo que habían trasmitido los que fueron testigos de los hechos relacionados con Jesús, y que él, después de haber investigado con gran “diligencia” todo desde sus orígenes, decide escribir el resultado de sus investigaciones, como dando a entender que sus datos tienen bastante fiabilidad. (De hecho Dionisio se basa en las fechas tan exactas que menciona Lucas para establecer el comienzo de la Era Cristiana)
Y empieza relatando el nacimiento de Juan Bautista, el precursor (¿de qué? Seguramente de algo que va a acaecer y que debe ser importante,). Sigue con la Anunciación a María, por el ángel Gabriel, (Lc. 1,26) de que va a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Jesús, que “será grande y será llamado Hijo del Altísimo … y reinará sobre la casa de Jacob (nieto de Abraham e hijo de Isaac y de Rebeca) al que Javéh le cambia el nombre de Jacob por Israel.
Para el pensamiento materialista de nuestros días, todo esto no deja de ser una fábula, algo simbólico, sin ninguna base empírica. Pero para un pensamiento sin pre-juicios cabe pensar que tantos escritos tienen que referirse a “algo” que vale la pena, por lo menos, tomar en consideración. Una actitud correcta sería, para empezar, tener en cuenta que la Humanidad ha evolucionado mucho desde que se tiene conocimiento de ella, de sus inicios, y que no es aceptable enjuiciarla con los mismos elementos con que prejuzgamos los hechos contemporáneos. Ese error lo comete constantemente la Antropología, y es considerada una “ciencia” empírica. En los comienzos, la relación de los hombres con los “dioses” era algo normal y corriente – prueba de ello son los Mitos y Leyendas de todos los pueblos que los mencionan - y desde luego la Humanidad primitiva tenía muy lejano el pensamiento racional, cuyos primeros escarceos sólo podemos constatar en la Grecia de los siglos IV-V a. de C.
Y sigue diciendo Lucas: (2,1) “…por aquellos días salió un edicto de Cesar Augusto para que se empadronara todo el mundo. Este es el primer censo hecho siendo Cirino gobernador de Siria,” (que lo fue desde el 1 ó 2 hasta el 6 d.de C) Todos tenían que ir a su ciudad para inscribirse. “Subió también José desde Nazaret, su ciudad de Galilea, a Belén, la ciudad de David a cuya estirpe pertenecía él, con su esposa María que estaba encinta” Y sucedió que estando allí le llegó a María el momento de alumbrar y dio a luz a su primogénito, en un “pesebre”, porque no había sitio en el alojamiento. Sólo fueron a adorarle los pastores, que dormían al raso guardando sus rebaños, a los que se presentó un ángel del Señor, para anunciarles que “les había nacido un Salvador, que es el Cristo”.
Continúa Lucas su relato contando los trámites por los que tiene que pasar Jesús, de acuerdo con la Ley, como la circuncisión y la presentación en el Templo, volviendo después a Galilea, a Nazaret donde siguió creciendo hasta que a los 12 años, con motivo de la fiesta de la Pascua, suben todos a Jerusalén para cumplir la Ley y, al ponerse en camino de regreso, los padres se dan cuenta que Jesús no está en la caravana. Se vuelven, le buscan y finalmente le encuentran, a los 3 días, en el Templo de Jerusalén, hablando con los Doctores de la Ley, que estaban “estupefactos por su sabiduría, y sus respuestas” (Luc.2.46) y sólo con 12 años. También sus padres quedaron sorprendidos
Y después, continúa Lucas: (3,1) “En el año 15 del reinado de Tiberio Cesar, siendo Poncio Pilatos gobernador de Judea, fue Jesús bautizado por Juan Bautista, en el Jordán, abriéndose en ese momento el cielo de donde vino una voz que decía: “Tu eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.(3,22)
Y añade Lucas, ( 3,21-22 y ss.) “Tenía Jesús al comenzar, unos treinta años”. Tiberio había sucedido a Augusto el año 14 d. de C. Si Pilatos era gobernador de Judea, en el año 15 del reinado de Tiberio, sumando 14 + 15 llegamos a la edad de “unos treinta años” que Lucas adjudica a Jesús.
Pero esta fecha no coincide con la mencionada por Mateo, sabiendo que Herodes muere el año 4 a. de C. (La Iglesia califica de error de Dionisio estos datos, y 20 siglos después se mantienen en ese “error”) Además según Mateo, Herodes preocupado con el motivo de la visita de los Magos de Oriente, manda matar a todos los niños menores de 2 años, ante el temor de que sea cierto lo que aquellos le dijeron sobre el nacimiento del Rey de los Judíos, papel que quería para sí mismo. Lucas no menciona para nada este suceso, tan importante.
Lucas que también menciona, a continuación, la genealogía de Jesús, la hace ascender desde este niño hasta “Adam, hijo de Dios”.
La Tradición judía esperaba la venida del Mesías que, para unos, pertenecería a la casta sacerdotal y, para otros, a la de los Reyes de Israel. Ahí habría que buscar la diferencia entre ambos Evangelistas al dar más importancia a una u otra en sus respectivas genealogías de Jesús.
Entre ambos Evangelios parece haber un cúmulo de contradicciones: Mateo habla de Herodes, de unos Magos de Oriente que van a buscar al niño a “su casa” (lo que hace suponer que vivían en Belén), de la matanza de los niños menores de dos años, de la huida a Egipto que tiene que emprender José con María y el niño, avisado por “un ángel en sueños” del peligro que corrían por ese motivo.
Lucas, por el contrario, es muy claro en cuanto a la fecha del nacimiento, como hemos visto; que la familia vivía en Nazaret, que es María la que recibe la visita de un” ángel”, mientras que Mateo habla de los varios avisos del “ángel” a José. Lucas no menciona a los Magos, sí a los pastores, ni la huida a Egipto por el grave peligro que corrían si permanecían en Belén, cosa que sorprende que no mencionara Lucas.
En cuanto a la fecha del 25 de Diciembre un dato importante se encuentra en el camafeo de Dioscórides (pieza imperial de los tesoros de Viena) y que menciona Plinio, en el que aparece Augusto – como rey del mundo – bajo un “rosetón” con la figura del signo zodiacal Capricornio que rige el período entre el 22 de Diciembre y el 22 de Enero, y Tiberio, descendiendo de un carro, dos de los personajes que forman parte de la historia de Jesús. Sin ir más lejos, Tiberio debió intuir que el eclipse que siguió a la crucifixión de Jesús, que él contemplaría junto a su astrólogo desde su refugio en Capri, tenía que ser algo “milagroso” ya que no podía explicarse como un fenómeno natural, porque propuso al Senado incluir a Cristo en el Panteón romano como uno de sus dioses. [2]
El 25 de Diciembre, fecha del solsticio de Invierno no figura en la Biblia en relación al nacimiento de Jesús, pero para muchas culturas de la antigüedad esa fecha se relacionaba con el Dios del Sol: Jesús es un espíritu solar, como lo fue Zoroastro. Los romanos celebraban fiestas en honor de Apolo como el Sol invicto, el Helios de los griegos Los germanos celebraban el 26 de Diciembre el nacimiento de Frey, dios nórdico del Sol, la lluvia y la fertilidad.
Los mexicas celebraban durante el invierno las fiestas en honor del Dios del Sol y de la guerra. Los incas, el nacimiento de INTI, el Dios solar.
En un Tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se dice que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las calendas de Abril” – hacia el 25 de Marzo, y nueve mes después sería el 25 de Diciembre.
Los primeros cristianos celebraban más la Epifanía, (del griego epi, que significa, sobre, después, y phaino, manifestación de algo material o espiritual, en todo caso algo extraordinario y sorprendente), que la Iglesia Católica sigue celebrando como la “Adoración de los Magos”, “las bodas de Canáan” y, lo más importante en mi opinión, “el bautismo en el Jordán”, durante el cual , según Lucas, tuvo lugar “el nacimiento del hijo de Dios”, en palabras de “una voz proveniente del Cielo”. Del 25 de Diciembre al 6 de Enero tiene lugar, simbólicamente el paso de Jesús (el Hombre) a Cristo, entidad cósmica que vivirá en el cuerpo de Jesús durante los siguientes tres años de su vida.
Los Dos Niños Jesús
Debemos a Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía o Ciencia Espiritual, una de las explicaciones más coherentes en cuanto a las “aparentes” contradicciones entre los Evangelios de Mateo y de Lucas, que dejan de serlo cuando se estudia su teoría de manera desprejuiciada:
“Cada uno de los Evangelistas está escribiendo la biografía de un niño distinto, que en un momento dado, muy especial, a los 12 años (del niño de Lucas) pasan a convertirse en uno sólo, mediante un “proceso oculto” que tiene lugar durante “tres días”, en el Templo de Jerusalén. (En los Misterios de la Antigüedad la iniciación tenía lugar durante tres días.)
Ambos niños descienden de la casa de David: el mencionado por Mateo, que vivía en Belén y recibió la visita de los Magos guiados por la “estrella”, pertenecía a la línea real que pasa por Salomón, y el del Evangelio de Lucas, que nació en Belén con motivo del empadronamiento de sus padres, que vivían en Nazaret, pertenecía a la casta sacerdotal llamada natánica, de Natán, hijo de David.
Los dos nacen en Belén, pero con una diferencia de 5 ó 6 años. Los dos vuelven a vivir en Nazaret, el de Lucas porque allí vuelve con sus padres después de cumplir en Belén con el censo y el de Mateo porque después de estar un tiempo en Egipto, huyendo de la matanza de los inocentes decretada por Herodes, vuelven a Nazaret siguiendo el consejo del “ángel” que así se lo indica a José, para que se cumpliera la profecía de que Jesús sería “llamado Nazoreo”.
Los dos crecen juntos: el mayor lleno de sabiduría y madurez y el más pequeño como si nunca hubiera pisado la Tierra antes. (Evangelio Apócrifo de la Infancia) Para entender este enigma hay que tener en cuenta la Ley de la Reencarnación y el Karma. El niño salomónico (el de Mateo) portaba en su Yo superior el Yo de Zoroastro que, a través de sucesivas reencarnaciones introdujo en el niño Jesús todos los atributos de la máxima sabiduría de tal manera que pudo mostrar – en el pasaje del Templo y su encuentro con los doctores de la Ley – “unos conocimientos que normalmente son imposibles a la edad infantil”. [3]
En cambio el niño natánico (el de Lucas) “no era capaz de acomodarse a lo que la civilización humana había creado en la Tierra.” Su alma no había encarnado nunca antes, por consiguiente no estaba contaminada por ningún tipo de Karma, su bondad era infinita, como su ingenuidad e inocencia. Era como si no fuera de este mundo. Por ejemplo, podía “columpiarse en un rayo de luz que se reflejaba en la pared del patio de su casa”. [4]
El niño salomónico tiene hermanos y hermanas.
El niño natánico es hijo único.
En el pasaje del evangelio de Lucas: “Jesús en el Templo con lo doctores” tiene lugar, según Steiner, el traspaso del Yo de Zoroastro que habitaba en el niño salomónico, al niño cándido, al natánico, para que a partir de entonces sólo viviera un Jesús con los atributos de la máxima sabiduría y la máxima bondad. Una vez más Lucas es muy explícito y señala: (2.52) “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. Como consecuencia de este hecho tiene que morir el Jesús de Mateo, porque no se puede vivir sin la individualidad que proporciona el Yo. Dionisio parte, pues, de la fecha de nacimiento del niño Jesús de Lucas, el que sobrevivió. [5]
Para la mentalidad de nuestros días puede parecer difícil el representarse la transposición de un Yo a otro ser, incluso que el Yo del hombre sea una sustancia exclusivamente espiritual. En cambio se acepta como algo “posible” la “posesión por parte de entidades malignas” en determinadas circunstancias, por ejemplo en la esquizofrenia. Tampoco nos sorprende demasiado el caso de los hermanos siameses, la unión física de dos criaturas, una de las cuales, cuando comparten órganos vitales, generalmente tiene que morir en el acto de la separación, para que la otra sobreviva.
Sería interesante recordar, de nuevo, que estamos hablando de un “plan cósmico”, muy lejos del significado terrenal que pudiéramos darle, cuya preparación se inicia con Abraham y su descendencia, y los hijos de sus hijos, hasta llegar a los sucesos que terminan en el Gólgota y en la Resurrección de CristoJesús para que se cumpliera su promesa : “permaneceré con vosotros hasta el fin de los Tiempos”. San Pablo en su 1ª Epístola a los Corintios se adelanta a lo que muchos estarán pensando ahora y dice: (15.32) “Pero alguno dirá:¿Cómo resucitan los muertos? …lo que tu siembras no revive si no muere”. (15,20) Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron.<porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo.”
No habría que olvidar que la figura de Jesús representa a “toda la Humanidad”, siendo el Cristo el estado al que todos estaríamos llamados a llegar en nuestra evolución: la unión de la sabiduría con el amor, la bondad, la auténtica fraternidad, frente a las guerras, odios y enemistades que desde “el principio” y hasta nuestros días nos acompañan para alejarnos de nuestra verdadera “finalidad”.
Para muchos todo lo anterior no dejará de ser una mera teoría pero, como dice Stephen W. Hawking, [6] el científico americano, “una teoría es buena siempre que satisfaga dos requisitos: 1º - Debe describir con precisión un amplio conjunto de observaciones (que en este caso Steiner cumple con creces) y 2º - Debe ser capaz de predecir positivamente los resultados de observaciones futuras”. Esta observación futura, desprejuiciada, sin pre-juicios, no deberá ser un acto de Fe sino que ésta se verá sustituida por “la visión de Cristo”, o lo que es lo mismo, por una experiencia interior de los hechos mencionados. Ese fue el caso de Saulo, el perseguidor de los cristianos, que en su camino a Damasco tuvo literalmente esa visión que le hizo cambiar del todo, hasta convertirse en Pablo, el Apóstol, el defensor de Cristo, después de haberle “visto” y comprendido.
Aplicando el principio de incertidumbre, sigue diciendo Hawking [7] que “no se pueden predecir los acontecimientos futuros con exactitud si ni siquiera se puede medir el estado presente del Universo de forma precisa.”
Rudolf Steiner, (1861-1925) científico-espiritual tenía la capacidad de penetrar en los profundos secretos del pasado y, en cierta medida, predecir sucesos futuros que, algunos, ya han tenido cumplimiento, sin ir más lejos y por poner un ejemplo de nuestros días, la enfermedad de las vacas “locas” por comer piensos con proteínas humanas, siendo animales herbívoros, por no mencionar la desmembración de la antigua Yugoslavia, o los horrores del Tercer Reich, por ejemplo
Testimonios artísticos
En los testimonios de los sucesos históricos de la Humanidad, además de los documentos escritos tenemos las obras de los artistas que, a través de su imaginación, nos han dejado constancia de tales sucesos. En el hecho que nos ocupa, sobre todo a partir del siglo XV, son muy numerosas tanto las obras pictóricas, como esculturas, que reflejan el enigma de “los dos niños Jesús” que la Iglesia ha simplificado llamando al que parece mayor, San Juanito. ¡Claro que también hay muchos cuadros en los que figuran tres niños! ¿Quién sería el tercero?
Desde Rafael, Lorenzo da Vinci, Andrea del Sarto, Correggio, Juan de Juanes, el Greco, Luini, por citar sólo los más famosos; hasta el fresco del Borgognone en la Iglesia de San Ambrosio de Milán, donde retrata maravillosamente el pasaje del Templo, con Jesús entre los doctores en el centro y en el costado izquierdo, la Madre con el otro niño, marchándose. [8] El Museo del Prado, de Madrid, por ejemplo, es un claro exponente de éstas y muchas obras más que atestiguan que sus autores tuvieron en su momento la “inspiración” de algo que había sucedido quince siglos antes. Por toda Europa pueden encontrarse vestigios de este “enigma” en sus Catedrales, Iglesias y Museos. “Los que tengan ojos para ver, que miren.”
“Ante un mundo agnóstico que se ahoga en la vulgaridad, en la degradación de su propia tradición metafísica y comprobando que el Mesías no cumplió, socialmente, la promesa de paz, seguridad y amor para la que debió venir, y al observar que muchos hablan de El y pocos de verdad le escuchan” [9] todo lo anterior puede tener realmente sentido.
“Desde el origen de la civilización la gente ha buscado un conocimiento del mundo, y aún hoy día seguimos preguntándonos: ¿por qué estamos aquí?, ¿de donde venimos? Y ¿adónde vamos?” como se pregunta Hawking, [10] por citar a un científico, nada espiritualista por cierto, si bien es capaz de escribir; “Uno aún se podría imaginar que Dios creó el universo en el instante del big bang, pero no tendría sentido suponer que el universo hubiese sido creado antes del big bang. ¡Un universo en expansión no excluye la existencia de un creador!”… [11] para añadir más adelante: “Somos seres racionales, libres para observar el universo como nos plazca y para extraer deducciones lógicas de lo que veamos”.
La importancia del tema, para la Humanidad, viene refrendada por el hecho de representar el “comienzo de la Era cristiana” por la que se rigen tanto espiritualistas como materialistas, con la excepción del mundo musulmán.
María Isabel García Polo


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[1] Salmo 82,6
[2] Para más información ver: Carta de Tiberio a Pilatos. Ev. Apócrifos. B.A.C
[3] “De Hesús a Cristo”.Rudolf Steiner. Ed.Rudolf Steiner.
[4] Evangelio de la Infancia. Evangelios Apócrifos. B.A.C.
[5] “Los dos niños Jesús”. R. Giudicissi y M. Gª Polo. Ensayos Antroposóficos. Ed. Rudolf Steiner
[6]
[7] Historia del Tiempo.
Editorial Crítica.

 Revista Biosofia

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