martes, 26 de julio de 2011

CALENDARIO DEL ALMA Semana R 17 Del 26 de Julio




ASI SE EXPRESA EL VERBO DEL UNIVERSO

POR MEDIO DE LA VISTA DE MIS SENTIDOS

QUE A LAS PROFUNDIDADES DEL ALMA

PUEDE TRANSPORTARME:

COLMA LA HONDURA DE TU ESPIRITU

EN MIS INACCESIBLES ESPACIOS,


PARA QUE ME ENCUENTRES UN DIA EN TI.



RUDOL STEINER

viernes, 22 de julio de 2011

Rostropovich plays the Prelude from Bach's Cello Suite No. 1

O Grande Mergulho, Guillaume Nery, Bachianas Brasileiras N 5 Aria, Canti...

PENTECOSTES Y EL ARTE SOCIAL I _MICHEL JOSEPH

PENTECOSTES Y EL ARTE SOCIAL I
El día de Pentecostés fue considerado por Rudolf  Steiner, como el día que descendió hacia la Humanidad, El Arquetipo de la Comunidad del Futuro ( y que ahora está Presente _porque esta fiesta debe ser un estado de PRESENCIA, de percepción, de quien está aquí ya, EL ARQUETIPO, pues a la vez  está sobre nosotros y está ya en nosotros).
La Comunidad del Futuro existe ya, desde el momento en que nosotros lo queramos percibir, porque realmente ella existe.
Recibirla es un acto de conocimiento y de voluntad en un plan superior, porque es necesario para ello atravesar las ilusiones que se encuentran de este lado del umbral: prejuicios, hábitos, mecanismos, automatismo, recuerdos, juicios, condicionamientos inconscientes y conscientes.
El problema es idéntico al que describe Steiner, en su “FILOSOFIA DE LA LIBERTAD”,  cuando él dice que percibir la Libertad y Realizarla es un “ESTADO DE EXCEPCION”.
No se refiere esto a la rutina o a la pasividad lo que permite vivir estas cosas.  ¿Debemos evadir entonces, la vida ordinaria, la de todos los días? Ciertamente no, todo lo contrario!  _El Estado de Excepción no es una irrupción de hechos milagrosos o sensacionales, que nos llegan del exterior, porque él  toma sus raíces de lo que se encuentra ya, ahí_ , sino precisamente en los aspectos imperfectamente reconocidos o aún no percibidos de lo que está ahí, en lo que existe, sin que esto haya sido concientizado hasta el presente.
Se refiere en transfigurar lo real, transfigurar  “lo ordinario” que nos proponen los sucesos, las cosas, los seres, a fin de vivir “lo extraordinario” que  está en ellos. ¿Pero cómo será esto posible? ¿Cuáles son las condiciones para lograrlo?
La condición primordial es hacerse activo interiormente, y en primer lugar a nivel de las percepciones: ESCUCHAR ACTIVO, PALABRA ACTIVA, PENSAMIENTO ACTIVO.
Todos los sentidos deben ser activados, dinamizados: Sentido de la vista, del movimiento, del equilibrio, del ser del otro, de los procesos vitales, del olfato y del gusto, del calor, del tacto…  En efecto cada sentido, desde que se intensifica, revela también aspectos interiores de la realidad. Y, por la interacción global de todos los sentidos en sus diversos aportes _a la vez interiores y exteriores_, las antiguas realidades entran en resonancia las unas con las otras, porque a partir de ellas se crean nuevos organismos a la vez sensibles y suprasensibles, que enriquecen el mundo y al observador, en todo sentido.  Es un estado de excepción generalizado, perfectamente  controlado a partir de la consciencia clara.
Esto permite desde  ya comprender lo que quiere decir R. Steiner, cuando dice que Pentecostés es la fiesta de la Nueva Comunidad Humana y al mismo tiempo, el de Individualidad Libre, no obstante nosotros podemos volver a tratar estos puntos.
Michel Joseph
Traducción libre del francés
LindaRgamez
Julio, 2011

sábado, 16 de julio de 2011

Encouragement

TRES VERDADES PARA EL ALMA DE CONSCIENCIA


TRES VERDADES PARA EL ALMA DE CONSCIENCIA
La Época de la Conciencia 
“El principio fundamental en esta Epoca del Alma Consciente, es la emergencia en el ser humano del pensamiento consciente, individualizado e independiente. Simultáneas con la emergencia de esta fuerza del alma (como si fuera un derivado) son las amplias posibilidades para el funcionamiento de las fuerzas de Muerte y del Mal. Pero estos manejos están (como es característico de Ahriman) tan falsificados que, por ejemplo, las instituciones culturales que generalmente se consideran como más beneficiosas - la educación y la medicina - están de hecho entre las peores portadoras de mal. (No implica que estas instituciones deban ser destruidas, sino purificadas y renovadas - en parte por su liberación del dinero y la política). Cuando esta época se haya cumplido (si ha alcanzado sus potenciales), la cultura humana cambiará inmensamente. Por ejemplo, la distinción entre gente "civilizada" y "primitiva" se habrá borrado, y un tipo de "socialismo" moral se habrá vuelto instintivo. 
Nuestra tarea específica para el Epoca del Alma Consciente es adquirir tres grandes verdades, las mismas verdades que Sorat deseó endosar en la humanidad en el Siglo VII, con su propio sesgo. Podríamos suponer que Ahriman encarnado intentará insertarlos en nuestra cultura y tergiversarlos a sus propios fines igualmente. Es la tarea de una humanidad alerta y consciente, adiestrada en la ciencia espiritual y guiada por el Cristo, ganar estas tres verdades a través de nuestro propio esfuerzo y usarlas para el buen desarrollo de la creación terrenal. 
La primera verdad concierne el Misterio del Nacimiento y la Muerte: que el alma humana en el mundo físico no tiene sino la imagen de la verdadera vida anímica que tenía antes de la concepción y tendrá de nuevo después de la muerte. La vida en el mundo de los sentidos interrumpe la vida del alma suprasensible en el mundo entre la muerte y el nuevo nacimiento para que podamos ganar, para el espíritu, eso que sólo puede ganarse en el mundo de los sentidos. Para ver esta verdad, debemos "mirar a Lucifer a los ojos", y así ver a través de las distorsiones e ilusiones que despliega sobre el alma humana. El destino del "Este" (significando las regiones eslavas y más al este) es dar lugar a un "ocultismo eugenésico": El conocimiento de cómo traer, a través de la regulación astrológica de la concepción, las entidades humanas correctas al nacimiento en el momento correcto y hacer avanzar la evolución, o recíprocamente, traer las entidades malas, para el impedimento de la evolución correcta. Así, este ocultismo eugenésico puede causar gran bien o gran mal, dependiendo de cómo se utilice. 
La segunda verdad concierne el Misterio del Cuerpo: que el cuerpo humano no es un trozo de materia, sino una forma que es espiritual en origen y a través de la cual un flujo de sustancias están en constante intercambio. Este conocimiento llevará a un verdadero arte médico la esencia de que hay que preservar intactas las fuerzas curativas naturales del cuerpo. El destino del "Medio" (significando Europa Central) es dar lugar a este "ocultismo higiénico" - que, por supuesto, puede llevar a gran bien, pero también puede causar gran daño si se usa sin concienciación estricta. 
La tercera verdad concierne el Misterio de la Materia: que la realidad detrás de la "substancia material" no son "átomos", "moléculas", o "últimas partículas", sino espíritu - para ser exactos: espíritus ahrimánicos, en rítmicas ínter relaciones. La verdadera imagen de la "materia sólida" no es una máquina, sino un arco iris: una apariencia espiritual, resultado de procesos espirituales. Físicos modernos, en algunas teorías avanzadas, pueden haber hecho algunos vacilantes posicionamientos hacia esta verdad, pero lo muerto, la concepción mecanicista del mundo todavía posee influencia sobre el cientifismo dominando el mundo de la cultura. Este cientificismo es la mentira ahrimánica, el descendiente de la influencia de Jundi Sabur que, aunque debilitado, desterró el alma y el espíritu de la visión científica del mundo. Para ver a través de esta mentira, debemos "mirar a Ahriman a los ojos" - una tarea peligrosa si no estamos preparados por la ciencia espiritual. El destino del Oeste (significando el mundo angloparlante principalmente) es dar lugar a un "ocultismo mecanicista" que acarreará eficaces máquinas fantásticas basadas en el ritmo y la resonancia. (El abandonado y legendario "motor Keely" fue un comienzo en esta dirección.) Pero la introducción de tales eficaces máquinas causaría daño a la sociedad si las esferas políticas, culturales, y económicas no se hacen mutuamente independiente, y si no se destierra el egotismo de la economía. (Steiner depositó las bases para esta sana re-clasificación social, en su concepto de la "comunidad de naciones triformadas").  
Ahriman busca desviar y pervertir estos tres desarrollos del destino de la Epoca del Alma Consciente, a través de la actividad de los ángeles que rechazaron la influencia del Cristo durante la Época Egipcio-Caldea. En los tiempos presentes, los ángeles "Crísticos" vierten imágenes a raudales de las realidades del espíritu en las profundas regiones del organismo del alma humana. Si el ser humano no recibe estas imágenes conscientemente, se sumergen en el cuerpo etérico y actúan como instintos inconscientes a través de la influencia de los ángeles ahrimánicos. Estos instintos inconscientes trabajan contra las tres tendencias progresivas evolutivas de las maneras siguientes: 
 1. Pervirtiendo el Ocultismo Eugenésico, impulsos sexuales destructivos afectan la entera vida social, trabajando contra el desarrollo de la hermandad humana consciente y haciendo una humanidad completamente egoísta y completamente controlada por impulsos instintivos transportados en la sangre. 
 2. Pervirtiendo el Ocultismo Higiénico, la medicina se vuelve materialista y puede usarse para sanar o dañar, de acuerdo a propósitos egoístas. 
3. Pervirtiendo el Ocultismo Mecanicista, son empleadas poderosas máquinas eficaces como la de Keely, no controladas por las "vibraciones" de personas de bien (buscando la liberación de los trabajadores), sino por personas egoístas con el mal propósito de lograr poder y control sobre las masas. 
Las primeras dos perversiones son evidentes, sin demasiados esfuerzos, en la sociedad moderna; la tercera tiene que hacerse pública todavía. - De nuevo, la dirección que tomen estas tres tendencias de la época presente depende de la conciencia y voluntad humana. “

Rober S. Masson
Advenimiento de AHRIMAN

Raffaello Sanzio (RAFAEL) - Música - Ave Maria (Schubert) - Andrea Bocelli

LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD _RUDOLF STEINER

LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD
I
EL ACTUAR HUMANO CONSCIENTE
¿Es el hombre en su pensar y actuar un ser espiritualmente libre, o se encuentra sujeto al dominio de una necesidad absoluta, de acuerdo con las leyes de la naturaleza?. Pocas cuestiones se han tratado con tanta sagacidad como ésta. La idea de la libertad de la voluntad humana cuenta tanto con un gran número de partidarios vehementes, como de adversarios obstinados. Hay hombres que en su apasionamiento moral consideran de escasa inteligencia al que llega a negar un hecho tan evidente como la libertad. Frente a ellos existen otros para quienes el colmo de lo científico es creer que las leyes de la naturaleza quedan interrumpidas en el dominio del actuar y del pensar humano. La misma cosa se considera como el bien más preciado de la humanidad y, al mismo tiempo, como la más grave ilusión. Se ha empleado infinita sutileza para explicar cómo la libertad humana es compatible con los procesos de la naturaleza, a la que también el hombre pertenece. No menor ha sido el esfuerzo con que otros han tratado de comprender cómo ha podido surgir semejante idea absurda. Indudablemente se trata de uno de los más importantes problemas de la vida, de la religión, de la conducta y de la ciencia, como lo ha de sentir todo aquél que lo considere con un mínimo de profundidad. Realmente es parte de los tristes síntomas de la superficialidad del pensamiento actual, el hecho de que un libro, que como resultado de la investigación naturalista moderna intenta crear una “nueva fe ”(David Friedrich Strauss,“1 La antigua y la nueva fe”) no contenga, sobre esta cuestión, más que las siguientes palabras:
“No hemos de tomar en consideración aquí la cuestión de la libertad de la voluntad humana. Pues la supuesta libertad de elección indiferente, siempre ha sido considerada como una ilusión por toda filosofía digna de este nombre. Con todo, esta cuestión no toca la valoración moral del actuar y pensar humano”.
Cito este pasaje, no porque yo considere dicho libro de mucha importancia, sino porque me parece que expresa la opinión a la que ha llegado la mayoría de nuestros pensadores contemporáneos con respecto a esta cuestión. Que la libertad no puede consistir en que de dos posibles acciones, uno pueda elegir la una o la otra enteramente a su voluntad, parece saberlo cualquiera que pretenda haber alcanzado una cierta preparación científica. Se afirma que siempre existe un motivo bien definido para que, entre varias acciones posibles, se ejecute una determinada.
Esto parece evidente. No obstante, hasta el presente, los ataques principales de los adversarios de la libertad se dirigen solamente contra la libertad de elección. Así, por ejemplo, Herbert Spencer,2 cuyas ideas se difunden cada vez más, dice en su libro “Los principios de la psicología”:
“El que cada uno pueda voluntariamente desear o no desear, como de hecho dice el dogma de la libre voluntad, queda rechazado, tanto por el análisis de la conciencia como asimismo por el contenido del capítulo precedente” (del citado libro).
Otros al combatir el concepto de la libre voluntad parten del mismo punto de vista. El germen de todas las consideraciones al respecto se encuentra ya en la obra de Spinoza.3 Lo que él expresó en términos claros y sencillos contra la libertad, se ha repetido desde entonces innumerables veces, sólo que casi siempre envuelto en sutiles doctrinas teóricas, de modo que resulta difícil descubrir el sencillo razonamiento de que realmente se trata. En una carta del año 1674, Spinoza escribe:
“Es que yo llamo libre a lo que existe y actúa simplemente por la necesidad inherente a su naturaleza; y llamo forzado, a aquello cuya existencia y acción está determinada por otra cosa de manera exacta y fija. Dios, por ejemplo, aunque necesario, es no obstante, libre, porque existe solamente por la necesidad de su naturaleza. Dios, de igual modo, se conoce a sí mismo y conoce todo lo demás libremente, porque resulta de la necesidad de su naturaleza el que El conozca todo. Vemos, por lo tanto, que yo no establezco la libertad en la libre decisión, sino en la libre necesidad”.
“Pero descendamos a las cosas creadas, cuya existencia y función están determinadas sin excepción por causas exteriores, de modo fijo y exacto. Para comprenderlo más claramente, representémonos un hecho bien sencillo. Por ejemplo: una piedra recibe por la acción de una causa exterior, una determinada cantidad de movimiento, por la cual, sigue necesariamente moviéndose después de cesar el impacto de la causa exterior. Esta inercia por la que la piedra sigue moviéndose no es necesaria sino forzada, porque hay que definirla por el impacto de una causa exterior. Lo que en este caso vale para la piedra, vale igualmente para cualquier otra cosa, por más compleja y polifacética que sea; es decir, que todo está determinado necesariamente a existir y actuar de modo fijo y preciso por causas externas”.
“Supongamos ahora que la piedra, mientras está en movimiento, piensa y sabe que se esfuerza lo más que puede en continuar moviéndose. Esta piedra que sólo es consciente de su esfuerzo, y no actúa de modo indiferente, creerá que es enteramente libre y que sólo continúa moviéndose porque así lo quiere. Pues ésta y no otra es la libertad humana que todos pretenden poseer, y que sólo consiste en que el hombre es consciente de su deseo, pero sin conocer las causas que determinan su actuar. Del mismo modo, el niño cree que desea la leche libremente, y el muchacho colérico que libremente exige vengarse, y el miedoso la huida. Asimismo, el ebrio cree que dice por libre decisión lo que en estado normal preferiría no haber dicho; y como este prejuicio es innato a todos los hombres, no les es fácil librarse de él. Pues a pesar de que la experiencia nos enseña claramente que el hombre no sabe moderar sus deseos, y que, impulsado por pasiones contrarias, si bien es consciente de lo bueno, hace lo malo; no obstante, se considera libre porque hay cosas que él desea menos que otras, y porque puede refrenar fácilmente algunos deseos a través del recuerdo de otros que a menudo le surgen”.
Puesto que aquí se nos presenta una opinión clara y expresada con precisión, será también fácil descubrir el error fundamental que encierra. Se sostiene que con la misma necesidad con que la piedra, debido a un impulso, ejecuta un determinado movimiento, el hombre ha de emprender una acción cuando algún motivo le incita a ello. Sólo porque el hombre es consciente de su acción, se considera a sí mismo como el causante libre de ella. Pero no se da cuenta de que le incita un motivo, al cual se ve obligado a obedecer. Pronto descubre el error de este razonamiento. Spinoza y todos los que piensan como él no advierten que el hombre no solamente tiene conciencia de sus acciones, sino que también puede ser consciente de las causas que le guían. Es innegable que, al desear la leche, el niño no es libre, como tampoco lo es el ebrio cuando dice cosas de las que más tarde se arrepiente. Ninguno de ellos es consciente de las causas que actúan en lo hondo de su organismo, y a cuya fuerza irresistible obedecen. Pero ¿está justificado equiparar actos de esta naturaleza con aquéllos en los que el hombre es consciente, no solamente de su actuar, sino también de los motivos que le inducen a ello? ; ¿es que las acciones de los hombres son todas de igual naturaleza? ; ¿se puede, con rigor científico, colocar la acción del guerrero en el campo de batalla, la del investigador en el laboratorio, la del hombre de Estado en complejos asuntos diplomáticos, en el mismo nivel que la del niño al desear la leche?. No cabe duda de que para resolver un problema lo mejor es atacarlo por su lado más sencillo. Pero es bien cierto que la falta de discernimiento ha causado a menudo inmensa confusión. Y desde luego existe una diferencia fundamental entre si yo sé por qué actúo o si no lo sé. En principio esto parece ser una verdad evidente. Sin embargo, los adversarios de la libertad nunca preguntan si un motivo que reconozco y comprendo significa para mí una coacción en el mismo sentido que el proceso orgánico hace al niño pedir llorando la leche.
Eduard von Hartmann,4 en su “Fenomenología de la conciencia ética”, afirma que la voluntad humana depende de dos factores principales, a saber, de los motivos y del carácter. Si consideramos a todos los hombres como iguales, o bien sus diferencias como insignificantes, parecerá que su voluntad viene determinada desde afuera, es decir, por las circunstancias que se les presentan. Sin embargo, si se considera que hay personas que sólo hacen motivo de su actuar una idea o una representación, cuando dicha idea despierta en su interior un deseo de acuerdo con su carácter, entonces el hombre parece determinado desde dentro, y no desde fuera. Así el hombre se cree libre, o sea, independiente de motivos exteriores porque, tiene primero que convertir en motivo, de acuerdo con su carácter, la idea que se le impone desde fuera. Pero, según Eduard von Hartmann la verdad es que:
“Aunque es cierto que somos nosotros mismos los que elevamos a motivos esas ideas, no lo hacemos libremente, sino por la necesidad de nuestra disposición caracterológica, es decir, en absoluto, libres”.
También aquí se deja de tomar en consideración la diferencia que existe entre motivos que sólo dejo actuar después de haberlos ponderado conscientemente, y aquéllos a los que obedezco sin tener clara conciencia de ellos.
Esto nos conduce directamente al punto de vista desde el cual hemos de considerar la cuestión. ¿Es correcto plantear de un modo unilateral el problema de la libertad de la voluntad?, y si no, ¿con cuál otro hay, necesariamente, que relacionarlo?.
Si existe diferencia entre un motivo consciente de mi actuar y un impulso inconsciente, es indudable que aquél conducirá a una acción que deberá juzgarse de modo distinto que aquélla que se debe a un impulso ciego. Por lo tanto, en primer lugar hay que preguntar en qué consiste esa diferencia. Y sólo del resultado dependerá cómo debemos plantear la cuestión de la libertad.
¿Qué significa ser consciente de los motivos de su actuar?. Esta pregunta no se ha tomado suficientemente en cuenta porque, lamentablemente, siempre se ha partido en dos lo que es un todo invisible, esto es, el hombre. Se ha hecho una distinción entre el que actúa y el que tiene conocimiento, sin considerar debidamente a aquél de quien se trata principalmente, o sea, el que actúa a partir del conocimiento.
Se dice que el hombre es libre cuando únicamente se deja guiar por la razón, y no por los apetitos animales; o bien, que ser libre significa poder determinar su vida y su actuar, según fines y decisiones.
Pero con afirmaciones de esta naturaleza no se gana nada. Pues ésta es precisamente la cuestión: si la razón, los fines y las decisiones ejercen sobre el hombre una fuerza coactiva, como la que ejercen los apetitos animales. Cuando sin mi intención surge en mí una decisión razonable, exactamente con la misma necesidad que el hambre y la sed, no puedo sino obedecerla forzosamente; y mi libertad se convierte en ilusión.
También se ha dicho: ser libre no significa poder querer lo que se quiere, sino poder hacer lo que se quiere. Este pensamiento lo ha caracterizado con agudeza el poeta y filósofo Robert Hamerling5 en su obra “Atomística de la Voluntad”:
“El hombre puede ciertamente hacer lo que quiere; pero no puede querer lo que quiere, puesto que su voluntad está determinada por motivos”
“¿No puede querer lo que quiere? Examinemos más de cerca estas palabras. ¿Tienen realmente sentido? Entonces, ¿la libertad del querer debería consistir en poder querer algo sin razón y sin motivo?. Pero, ¿qué significa querer, sino tener un motivo de hacer o de desear una cosa más que otra? Querer algo sin razón o sin motivo significaría querer algo sin quererlo. Al concepto de querer se une inseparablemente el concepto del motivo. Pues sin un motivo determinante la voluntad se convierte en una facultad vacía; sólo por el motivo se hace activa y real. Por lo tanto, es enteramente correcto decir que la voluntad humana no es “libre”, en cuanto que su dirección está siempre determinada por el motivo más fuerte. Por otra parte hay que admitir que frente a esta “falta de libertad” es absurdo hablar de una concebible “libertad” de la voluntad, que consistiría en poder querer lo que no se quiere”.
También en este caso se habla solamente de motivos en general, sin tomar en consideración la diferencia entre los motivos inconscientes y los conscientes. Si tengo forzosamente que obedecer a un motivo porque se evidencia como el “más fuerte” entre otros, la idea de libertad deja de tener sentido. ¿Cómo puede tener importancia para mí el poder hacer algo o no, si el motivo me fuerza a hacerlo?. Lo que importa ante todo no es la cuestión de si yo, a causa de un motivo, puedo hacer algo o no, sino si solamente existen motivos que actúan necesariamente. Si me veo forzado a querer algo, me será, según las circunstancias, totalmente indiferente, si puedo, además, hacerlo. Si a causa de mi carácter, y debido a las circunstancias de mi entorno, surge un motivo imperioso que mi pensar juzga insensato, tendría entonces que estar contento de no poder hacer lo que quiero.
Lo que importa no es si puedo ejecutar una decisión que he tomado, sino cómo esa decisión se forma en mí.
Lo que distingue al hombre de todos los demás seres orgánicos, reside en su pensar racional. La actividad la tiene en común con otros organismos. No se gana nada si para aclarar el concepto de la libertad del actuar humano se buscan analogías en el reino animal. La ciencia natural moderna es propensa a semejantes analogías. Y cuando llega a encontrar en los animales algo similares a la conducta humana, cree haber tocado la cuestión más importante de la ciencia acerca del hombre. A qué malentendidos conduce esta opinión lo muestra, por ejemplo, el libro “La ilusión del libre albedrío” de P.Rée (1885), en el que dice lo siguiente sobre la libertad:
“Es fácil explicar que el movimiento de la piedra es necesario, pero que lo sea la voluntad del asno no lo es. Las causas del movimiento de la piedra se hallan fuera y visibles, pero las causas del querer del asno se hallan dentro, invisibles: entre nosotros y el sitio de su función se encuentra el cráneo del asno. No se ve la causa determinante, y entonces se piensa que no existe. Se explica que el querer es la causa de que el asno se mueva; pero que este querer es de por sí incondicional, un punto de partida absoluto”.
También aquí simplemente se omiten las acciones del hombre en las cuales él es consciente de los motivos de su actuar; pues Rée declara: “Entre nosotros y el sitio de su función se encuentra el cráneo del asno”.
A juzgar por estas palabras, Rée está lejos de ver que si bien no existen en el asno, existen sin duda acciones del hombre en las que entre nosotros y éstas se halla el motivo plenamente consciente. Y pocas páginas más adelante, lo prueba él mismo diciendo: “No percibimos las causas que condicionan nuestro querer, y por ello pensamos que no está condicionado causalmente”.
Pero basta de ejemplo que demuestran que muchos combaten la libertad sin saber siquiera en qué consiste.
Se sobreentiende que una acción cuyo autor no sabe por qué la realiza, no puede ser libre. ¿Pero qué relación tiene con aquélla, de cuyos motivos es consciente?. Esto nos conduce a la pregunta: ¿cuál es el origen y el significado del pensar?. Pues, sin el reconocimiento de la actividad pensante del alma, no es posible formarse el concepto de algo y, por consiguiente, tampoco el de una acción. Si llegamos a conocer lo que significa el pensar en general, también será fácil llegar a comprender la importancia del pensar para el actuar humano. Con razón dice Hegel: “El pensar hace que el alma, que el animal también posee, se eleve a espíritu”; y por este motivo el pensar ha de imprimir al actuar humano su carácter peculiar.
De ningún modo se puede afirmar que todo nuestro actuar fluya de la pura reflexión de nuestro intelecto. No puedo calificar de humanas en el sentido más elevado solamente aquellas acciones que proceden del juicio abstracto. Pero tan pronto como nuestro actuar se eleva por encima del dominio de los apetitos puramente animales, nuestros motivos se hallan permeados de pensamientos. El amor, la compasión, el patriotismo son móviles del actuar que no pueden ser explicados por medio de fríos conceptos intelectuales. Se dice que en este campo el corazón y el alma hacen valer sus derechos. Sin duda. Pero el corazón y el ánimo no crean los móviles del actuar, sino que los presuponen y los acogen en sí. En mi corazón surge la compasión cuando en mi conciencia se produce la impresión de una persona que me da pena. El camino al corazón pasa por el intelecto, y el amor no es excepción. Si no se reduce a la mera expresión del instinto sexual, se basa en la idea que del ser amado nos hacemos; y cuanto más idealista es esta representación, tanto más profundo es el amor. También aquí es el pensamiento el padre del sentimiento. Se dice que el amor es ciego para con los defectos del ser amado. Pero también se puede considerar esto a la inversa y afirmar que justamente el amor abre los ojos para descubrir sus cualidades. Muchos pasan sin advertirlas, mas uno las ve, y precisamente por eso se despierta en su alma el amor. No ha hecho otra cosa, sino formarse una idea, una representación de algo de lo que otras cien personas no tienen ninguna. Ellos no tienen el amor, porque carecen de la representación.
Por donde quiera que se enfoque la cuestión, cada vez resulta más evidente que la pregunta referente a la naturaleza del actuar humano, presupone la del origen del pensar. Por esta razón, me ocuparé primero de esta cuestión.

RUDOLF STEINER
CAPITULO I

miércoles, 13 de julio de 2011

LAS ALMAS DE LOS PUEBLOS Y EL MISTERIO DEL GOLGOTHA

LAS ALMAS DE LOS PUEBLOS
Y EL MISTERIO DEL GOLGOTA
RUDOLF STEINER
Die Volkerseelen Und Das Misterium Von Golgatha
Berlín, 30 de Marzo de 1918
En las últimas conferencias hemos hablado de la manera cómo el alma
humana puede fijar su posición frente a los mundos suprasensibles, y cómo
ella misma puede trabajar para fortalecer esta relación. Por consiguiente,
también se comprenderá que, por el otro lado, ciertamente es verdad que el ser
humano, como tal, depende, en cierto modo, de todo el universo, de todo su
mundo circundante. En realidad, la vida humana se desarrolla entre estas dos
cosas: la libre determinación de su relación con el mundo suprasensible y la
dependencia del mundo circundante, de todo el universo. Esto se debe
principalmente al hecho de que entré el nacimiento y la muerte, el hombre
vive dentro de un determinado cuerpo físico. Examinaremos ahora (y en las
próximas conferencias) una parte de esta dependencia del universo desde un
punto de vista que en el presente - durante la primera guerra mundial - puede
decir mucho al alma humana.
Por el estudio de la ciencia espiritual se llega a ver claramente que toda
nuestra Tierra es, en cierto modo, un gran ser viviente, y que nosotros mismos
somos los miembros constitutivos de este gran ser viviente. En diversas
conferencias anteriores ya hemos hablado de los distintos fenómenos de la
vida de este ser viviente, nuestra Tierra. Esta vida se manifiesta de la manera
más variada; una de ellas consiste en determinadas relaciones entre los
distintos territorios y el hombre que los habita. Así como, por un lado, el
género humano forma una unidad, así también es verdad que las distintas
poblaciones que habitan las distintas partes de la Tierra, difieren entre sí,
según territorios, y que dependen de éstos, no solamente según todas las
fuerzas de que se ocupan la ciencia natural exterior y la geografía, sino
también de muchas fuerzas enigmáticas, las que actúan en los distintos
territorios. Ciertamente, existen íntimas relaciones -ajenas a la “superficialidad
de la ciencia natural”- entre el hombre y el suelo en que vive, la parte de la
Tierra en que él ha nacido. Esto se evidencia por el hecho de que tales
relaciones se van formando, aunque no en el curso de breves períodos, pero sí
dentro de cierto tiempo histórico. Por ejemplo, es posible notarlo por el
cambio que se produce en los europeos que emigran y se establecen en
América; si bien el tiempo de colonización europea en América es todavía
demasiado breve como para verificar dicho cambio, éste, no obstante, se nota
claramente. La configuración de los europeos en América cambia, aunque no
inmediatamente, pero, visiblemente, en la sucesión de las generaciones. Por la
forma de sus brazos y manos e incluso del rostro, los europeos en cierto modo
se tornan parecidos a los indios antiguos, adquieren, con el tiempo, las
peculiaridades de los antiguos indios.
Estos fenómenos nos indican, exteriormente, que existen ciertas
relaciones entre el gran organismo de la Tierra y sus partes o miembros, o sea,
las distintas poblaciones. Sabemos que el hombre, como habitante de la Tierra,
se vincula con entidades suprasensibles, las entidades de las jerarquías
superiores. Sabemos que el alma del pueblo no es aquella cosa abstracta de la
cual suelen hablar los materialistas, sino que el “Alma del Pueblo” pertenece a
la jerarquía de los Arcángeles. El Alma del Pueblo es una entidad real que en
cierto modo configura la vida del hombre terrenal. En general, el ser humano
constantemente se halla vinculado con las más diversas entidades de las
jerarquías superiores; y esos vínculos vamos a tratarlos desde determinados
puntos de vista, ya que no es posible hablar de semejantes cosas sino desde
ciertos puntos de vista.
Para enfocar correctamente esta contemplación, hay que tener presente
que para la observación científico-espiritual realmente no existe en el mundo
lo que el pensar materialista llama “materia”; pues se trata de algo que ante la
exacta observación es, en realidad, espíritu. A menudo lo he explicado
mediante una comparación: Cuando el agua se congela, se transforma en
“hielo” y tiene un aspecto bien distinto. Hielo es hielo; agua es agita; no
obstante, es cierto que el hielo también es “agua”, aunque de otro aspecto. Lo
mismo, aproximadamente, ocurre con lo que se llama “materia”: es “espíritu”
en otras condiciones; es espíritu transformado, tal como el agua se transforma
en hielo. Es por ello que en la ciencia espiritual nos referimos a lo espiritual,
incluso en los casos en que hablamos de procesos materiales. En todas partes
se halla el espíritu que está actuando, y el hecho de que el espíritu activo
también se manifiesta en los procesos materiales, significa que se trata de una
apariencia especial del espíritu. Pero siempre es espíritu que actúa, de modo
que, incluso cuando hablamos de fenómenos típicamente materiales, nos
referimos, en realidad, al espíritu activo que se manifiesta en ciertos campos
como procesos más o menos “materiales”.
En el organismo humano constantemente se producen procesos
materiales los que, en realidad, son procesos espirituales. El hombre come:
introduce en su propio organismo substancias del mundo externo; substancias
sólidas que se licuan son introducidas en el organismo humano, en el cual se
transforman. El organismo humano se compone de las más diversas
substancias que él acoge del mundo circundante; pero no sólo las recibe, sino
que en él pasan por un determinado proceso. El calor propio está
condicionado por el calor acogido y por los procesos a que esas substancias
son expuestas en nuestro organismo. Respiramos. Con el aliento inhalamos el
oxígeno. Pero esto no es lo único, sino que, por el hecho de que nuestro
proceso respiratorio nos une con lo que sucede en la atmósfera exterior,
participamos de los ritmos del mundo circundante: nuestro propio ritmo forma
parte del ritmo de todo el universo. Esto se evidencia hasta en una relación
numérica. Resulta pues que existe una determinada relación entre los procesos
rítmicos de nuestro propio organismo y las condiciones reinantes en torno
nuestro. Por medio de estos procesos y fenómenos que tienen lugar porque los
procesos de la naturaleza exterior se propagan y siguen actuando en nuestro
organismo, ocurre, efectivamente, que se producen los efectos que el Alma del
Pueblo ejerce sobre cada ser humano. En el inhalar del oxígeno vive lo
espiritual, y en este inhalar del oxígeno puede vivir el Espíritu del Pueblo. El
comer no es simplemente comer, sino que en nuestro organismo las
substancias son transformadas; y este proceso material es, a la vez, un proceso
espiritual en que el Espíritu del Pueblo puede vivir. Esta vida del Espíritu del
Pueblo no es nada abstracto, sino que en nuestro diario quehacer y en lo que se
produce en nuestro organismo, se manifiesta dicha vida. Los procesos
materiales son, a la vez, expresión de un obrar espiritual. El Espíritu del
Pueblo tiene que tomar este “camino más largo”, quiere decir penetrar en
nosotros a través del aliento y la nutrición.
En este sentido, los distintos Espíritus de los Pueblos obran sobre el
hombre de distinta manera, y de ello depende la distinta característica de cada
pueblo. El carácter de cada pueblo depende del respectivo Espíritu del Pueblo.
Si lo examinamos por medio de la ciencia espiritual, llegamos al siguiente
resultado:
El hombre respira, y así se halla en relación permanente con la
atmósfera en torno suyo: la aspira y la expira. Cuando, en un caso dado, el
Espíritu del Pueblo, según la configuración del territorio y otras condiciones
de distinta índole, elige el rodeo a través de la respiración, produciendo así la
configuración característica del respectivo pueblo, podemos decir que “el
Espíritu del Pueblo obra sobre ese pueblo por medio del aire”. Esto ocurre
efectivamente y de un modo específico, en aquellos pueblos que en el curso de
la historia habitaron o habitan la península itálica. En este territorio es el aire
que forma la base para el obrar del Espíritu del Pueblo sobre el hombre. Dicho
de otro modo: el aire de Italia es el medio por el cual el Espíritu del Pueblo
obra sobre la población de la península itálica, configurando, precisamente, el
“pueblo italiano” o, en su tiempo, el pueblo “romano”, etc. Por los caminos de
la ciencia espiritual encontramos, así, los fundamentos espirituales de los
efectos aparentemente materiales.
Preguntemos ahora: ¿Cuál es el medio que cada Espíritu de Pueblo elige
en otros territorios con el fin de dar expresión a las respectivas
configuraciones étnicas?. En los pueblos que habitaron o que habitan el
territorio que hoy es Francia, el Espíritu del Pueblo obra por medio del
elemento líquido, por todo aquello que, como líquido, no sólo penetra sino
también actúa en nuestro cuerpo. Por la característica de lo que como líquido
influye y actúa en el organismo, vibra y obra el Espíritu del Pueblo; de tal
manera, determinó y determina el carácter de los pueblos que habitaron o
habitan ahora el territorio de Francia.
Empero, todo esto no se comprenderá en todo su alcance si esta relación
del hombre con su mundo circundante se considera desde un sólo punto de
vista, pues esto conduciría a un criterio unilateral de la cuestión. Hay que
tomar en cuenta lo que he dicho en otras oportunidades: el hombre es un ser
de dos procesos distintos entre sí: uno que pertenece a la cabeza y el otro que
es de las demás partes del organismo. En realidad, la influencia de la cual
acabo de hablar con respecto a los pueblos italiano y francés, produce su
efecto sobre el organismo con excepción de la cabeza, y de la cabeza emana
otra influencia distinta. Sólo por la conjunción de los dos efectos, el que
proviene de la cabeza y el otro de las demás partes del organismo, se produce
la influencia completa que luego se manifiesta en el carácter del pueblo. Por la
influencia de las demás partes del organismo, se neutraliza, en cierto modo, el
efecto que proviene de la cabeza. De modo que se podría decir: Con lo que el
habitante de Italia respira con el aliento, o sea, con lo que por la respiración
influye sobre el organismo con excepción de la cabeza, se une la influencia
que proviene de la cabeza, la configuración del sistema nervioso de la cabeza
en su diferenciación espiritual, esto es, en cuanto el hombre es “organismo
nervioso humano de la cabeza”.
En Francia ocurre algo distinto. Lo que en el organismo obra como
ritmo, son dos ritmos distintos, uno para todo el organismo y otro distinto para
la cabeza. La cabeza tiene su ritmo propio. Si en Italia es la actividad de los
nervios de la cabeza que se une con el efecto del aire, en Francia, en cambio,
es el movimiento rítmico de la cabeza, el vibrar del ritmo de la cabeza que se
une con el efecto de lo líquido del organismo. De estas dos maneras se
configura el carácter de uno y otro pueblo por la conjunción de las
propiedades en la cabeza con lo que el Espíritu del Pueblo contribuye desde el
mundo circundante.
De lo que antecede se ve claramente: si estas cosas se observan
mediante la ciencia espiritual, se puede estudiar lo que el organismo de la
Tierra nos presenta como sus miembros en los distintos territorios.
Efectivamente, si todo esto no se tomara en consideración, la humanidad no
llegaría a comprender la específica configuración de las distintas partes de
nuestra Tierra.
Preguntemos ahora cómo se configura el carácter del pueblo británico.
Así como el Espíritu del Pueblo italiano obra a través del aire y el del pueblo
francés a través de lo acuoso, el Espíritu del Pueblo británico, a su vez, obra a
través de todo lo térreo, principalmente de la sal y sus composiciones dentro
del organismo. Lo principal reside en lo sólido. El elemento líquido actúa en
el carácter del pueblo francés; en la naturaleza británica, en cambio, actúa el
elemento densificante y el salino, en todo lo que por el aliento y la nutrición
entra en el organismo. Esto produce la configuración peculiar del carácter del
pueblo británico. Pero también en este caso hay algo que desde la cabeza
neutraliza lo que proviene del mundo circundante. Así como hay “ritmo” tanto
en una parte del organismo como asimismo en la cabeza, hay, por otra parte,
digestión, metabolismo en aquellas partes del organismo e igualmente en la
cabeza. La manera de cómo la cabeza lleva a cabo su metabolismo se une en
el organismo con el elemento salino; y esto da el carácter del pueblo británico:
lo terreo en combinación con el metabolismo de la cabeza. Dicho de otro
modo: al obrar el Alma del Pueblo a través del elemento salino, recibe, desde
la cabeza, el efecto del específico metabolismo de ésta. Las metamorfosis en
sus aspectos peculiares en el actuar de las Almas de los Pueblos, nos permiten
estudiar la característica de los distintos pueblos.
Preguntemos, además, qué se nos presenta más hacia el Oeste.
Condiciones distintas encontramos en el americanismo: allí actúa un
elemento subterráneo. Así como en la naturaleza del pueblo británico lo
tenemos que ver con lo terreo y lo salino, actúa, por otra parte, un elemento
sub-térreo, algo que vibra bajo la superficie de la tierra, y que influye
particularmente sobre el organismo. En el carácter del pueblo americano, el
Espíritu del Pueblo actúa principalmente a través de las corrientes magnéticas
y eléctricas subterráneas, y hacia ello fluye, desde la cabeza, algo que
neutraliza la influencia de las corrientes magnéticas y eléctricas subterráneas:
a ello se enfrenta lo que irradia desde la voluntad humana. He aquí la
particularidad del carácter del pueblo americano. El carácter del pueblo
británico, principalmente depende del elemento terreo, en cuanto el hombre lo
acoge en su organismo, donde entra en correlación con el metabolismo de la
cabeza. En el hombre americano, por otra parte, es la voluntad que se
manifiesta en este pueblo y se une con algo que sube desde lo subterráneo,
para acuñar el carácter del pueblo americano. Esto se relaciona con otro hecho
muy importante: Con respecto a toda su personalidad libre, el hombre sólo
puede relacionarse con el elemento sobreterrenal y hasta la superficie de la
tierra. En cambio, si lo subterráneo influye en lo que tiene que ver con el
Alma del Pueblo, resulta que esta alma no se desenvuelve libremente en él,
sino que el hombre, en cierto modo, se halla “poseso” del Alma del Pueblo.
Ya en otra oportunidad me he referido a que el americano, aunque diga lo
mismo que un hombre de la Europa Central, esto no es, de modo alguno, lo
mismo. Por ejemplo: en Hermán Grimm (1828-1901) se ve que él, como
hombre, ha “conquistado” todo lo que dice; Woodrow Wilson (1856-1924) en
cambio, como hombre, se halla “poseso”. Cuando en nuestros tiempos dos o
tres personas dicen lo mismo, los demás lo juzgan por su “contenido”,
abstractamente. Pero puede suceder que dos personas digan exactamente lo
mismo, empleando las mismas palabras; sólo que uno lo dice como algo
conquistado por su alma; el otro, en cambio, puede haberlo recibido por
obsesión. Muchas veces, el contenido no es lo esencial, sino el grado en que lo
dicho ha sido conquistado por el alma propia, en vez de haberlo recibido por
obsesión. Esto es lo importante, ya que hoy en día sólo se tiene afición a lo
abstracto. Sobre algo escrito por Hermán Grimm se puede poner el nombre de
Woodrow Wilson y viceversa; pero esto no es lo que importa. Lo de Hermán
Grimm ha sido encontrado por su trabajo; en Woodrow Wilson hay algo de
obsesión, penetrado en él a través de entidades subterráneas. Todo esto puede
conocerse objetivamente, sin emociones y sin pasiones.
Cercando, por ahora, Alemania, dirigimos la mirada hacia el Este.
Contemplando el ser característico de la población del Este que sólo paso a
paso, surgiendo desde el caos, relucirá en su verdadero ser, se nos presenta allí
un cuadro singular. Así como el Espíritu del Pueblo italiano obra a través del
aire, el del pueblo francés por el agua, en el caso del inglés por lo terreo, y del
americano por el elemento subterráneo, vemos que el Espíritu del Pueblo ruso
o eslavo obra a través de la luz; obra, efectivamente, en la luz vibrante. Y
cuando, a su debido tiempo, la futura población del Este se habrá desprendido
de sus envolturas embrionales, se verá que en el Este de Europa la manera de
obrar del Espíritu del Pueblo es algo totalmente distinto de la que se observa
en el Oeste. Pues, si bien debo decir que el Espíritu del Pueblo obra a través de
la luz, lo curioso es que obra no directamente a través de la luz vibrante, sino
de tal modo que la luz primero penetra en el suelo, y desde el suelo es
reflejada. Resulta, pues, que en el hombre ruso, el Espíritu del Pueblo se sirve
para su obrar de la luz reflejada que desde el suelo se eleva. Sin embargo, no
ejerce su efecto sobre el organismo sino sobre la cabeza, sobre el modo de
pensar y sentir, esto es sobre la manera de desarrollar las ideas, los
sentimientos, etc. Esta manera de obrar del Espíritu del Pueblo es,
precisamente, opuesta a la del Oeste donde ejerce su efecto sobre las demás
partes del organismo, uniéndose con lo que proviene de la cabeza. En el Este,
el Espíritu del Pueblo se sirve de la luz reflejada desde el suelo; y esto
principalmente ejerce su efecto sobre la cabeza. La retroacción, en este caso,
proviene de las demás partes del organismo, principalmente del corazón; y
esto ejerce su efecto sobre la cabeza, modificando lo que de ella proviene.
Actualmente, todo esto se halla todavía en estado caótico, en sus envolturas
embrionales. Es el ritmo respiratorio el que de la manera descripta ejerce su
efecto sobre la cabeza, neutralizando lo que por medio de la luz proviene del
Espíritu del Pueblo. Estas condiciones del Este europeo las encontramos, aún
en mayor medida, en el Este asiático, con la particularidad de que, en parte, el
Espíritu del Pueblo obra por medio de la luz penetrada y reflejada del suelo, y
produciendo su efecto sobre la cabeza; o bien, obra a través de lo que ya no es
luz y no es visible : la armonía de las esferas, la que vibra por todo el universo
y que, para la humanidad espiritual del Este asiático, equivale a un obrar del
Espíritu del Pueblo. Este obra directamente por la armonía de las esferas, pero
reflejada por la tierra y ejerciendo su efecto sobre la cabeza. Esto, a su vez, se
encuentra con el ritmo respiratorio, y en ello reside el secreto de que en el
Oriente los buscadores del espíritu siempre se han dedicado al desarrollo de la
respiración con el fin de vincularse con el espíritu. Si estudiamos lo que es
yoga, vemos que se dedica a un desarrollo especial de la respiración; y esto se
basa en que el hombre como miembro de toda la humanidad - no como
individuo - trata de encontrar la espiritualidad a través del Espíritu del Pueblo;
es decir por la manera realmente fundamentada dentro del carácter de su
pueblo. Cuanto más hacia el Este vamos, tanto más lo encontramos. -
Naturalmente, esto podría verificarse por un cierto perfeccionamiento de los
efectos respectivos, pero también por fenómenos de degeneración en cuanto al
carácter del pueblo. Hay pueblos y hasta razas enteras en que se evidencian
estas aberraciones. Se producen, por ejemplo, irregularidades, falta de
armonía, al encontrarse los efectos sobre la cabeza con los efectos sobre las
demás partes del organismo.
Finalmente preguntemos; ¿Qué condiciones existen para los pueblos de
la Europa Central?. Estamos hablando de condiciones geográficas, por lo
cual no nos referimos a “Europa Central” en sentido político-social. Tampoco
he tratado el problema desde el punto de vista de razas, sino que se trata, como
se puede ver, de condiciones geográfico-espirituales. Hablamos, pues, de
“Europa Central” a la que Francia e Italia no pertenecen. Así como en otros
territorios el carácter del pueblo se forma a través del aire, del agua, de lo
salino, etc. es, por otra parte, la peculiaridad que en Europa Central el Alma
del Pueblo obra, en forma directa, a través del calor. En Europa Central el
Espíritu del Pueblo obra a través del medio del calor. Pero esto no ocurre por
una norma absolutamente fija, sino que puede realizarse en forma individual.
Puede haber personas en las cuales el obrar del Espíritu del Pueblo se
manifiesta de distinta manera, una vez a través de las demás partes del
organismo, en otro caso sobre la cabeza; también puede ser que la diferencia
se produzca, o porque el calor proviene de la atmósfera exterior, o por los
alimentos, o también por la respiración. Todo esto es el medio por el cual obra
el Espíritu del Pueblo. Aquí, la retroacción también se produce a través del
calor; resulta pues que en Europa Central tenemos el calor en sus efectos
externos como medio para el Espíritu del Pueblo, y este calor se une con el
calor propio que proviene de lo interno del organismo. Lo que en el
organismo, por el obrar del Espíritu del Pueblo actúa como calor, se une con el
calor propio de la cabeza; en cambio, si ese obrar tiene lugar por el calor de la
cabeza, se le une el calor de las demás partes del organismo. Calor obra
conjuntamente con calor; y este obrar depende principalmente del grado de
vivacidad de la actividad de los sentidos, o más bien directamente de la
facultad perceptiva. El hombre de espíritu activo, el que con amor observa las
cosas en torno suyo, desarrolla calor propio. El sentir y vivir con todo lo
demás, con el corazón y el ojo abiertos para el mundo circundante, esto es lo
que va al encuentro del calor que obra por el Espíritu del Pueblo, de modo que
calor se une con calor. Esto es lo peculiar de la manera de obrar del Espíritu
del Pueblo en Europa Central; y mucho del carácter del pueblo proviene de
ello, por la íntima afinidad de calor y calor. En las demás maneras de obrar no
hay semejante afinidad: ni de la voluntad con lo eléctrico, ni de lo salino con
el metabolismo de la cabeza, ni tampoco entre los demás elementos
anteriormente citados. Pero el carácter centro-europeo, producido por el obrar
del calor, se manifiesta también en que se es capaz de adaptarse más o menos
a todo. (No queremos dar ningún juicio apreciativo, sino simplemente
caracterizar; de modo que cada uno puede tomarlo como quiere: como virtud o
como defecto.) Calor con calor: da flexibilidad, plasticidad, facultad para
adaptarse a todo, incluso a los caracteres de otros pueblos. Ciertamente, si
estudiamos la historia veremos que los distintos pueblos germanos se
asimilaron a otros, adaptándose a los elementos ajenos. Esto justifica lo que
acabo de relatar.
Además, todo lo expuesto también explica con toda claridad el enorme
contraste del oriente asiático con el occidente americano. Pues podemos decir:
la luz e incluso lo que se halla en un nivel más alto que la luz, lo etéreo, son
los elementos de los cuales el Alma del Pueblo se sirve en el Este, con el fin
de obrar sobre el hombre, si bien se trata de luz reflejada por la tierra; en el
Oeste, en cambio, es el elemento subterráneo, lo que se halla bajo la tierra.
Esto nos conduce profundamente a la vida orgánico-anímica de todo el
organismo de nuestra Tierra, conjuntamente con la humanidad. No lo digo con
la intención de lesionar a ninguna parte de la población terrestre, ni de halagar
a otra. No obstante, es verdad: en el Oriente hay olas que se dirigen hacia lo
espiritual; en el Oeste, más bien pesadez que ata al hombre a la tierra. (Cada
uno puede preguntarse si esto concuerda con el carácter del pueblo
americano). El hombre se asemeja, se adapta a las condiciones terrestres, no
de golpe, por supuesto, sino en el curso de la vida y de las generaciones. Así
como en nuestro organismo físico, nunca podrá formarse un órgano en el sitio
de otro, así tampoco se formarán buenos yoguis en América. Puede haber
trasplantes de caracteres al igual que toda clase de plantas pueden cultivarse
en invernáculos. Pero lo que importa son las condiciones naturales de la
evolución. La biología según la ciencia natural de ningún modo podrá explicar
las condiciones que prevalecen en los distintos territorios; esto sólo es posible
si consultamos el obrar de las Almas de los Pueblos, tal como acabo de
exponerlo. Así veremos cómo lo invisible se manifiesta en lo visible.
Ahora bien, si contemplamos que el hombre se halla sometido a lo que
obra en las distintas partes de la Tierra, podemos sentirnos oprimidos por la
idea de cuánto el hombre depende de potencias vinculadas con el territorio en
que su karma le ha colocado en una determinada encarnación. Naturalmente,
depende de su karma el que haya sido colocado en tal lugar. De todos modos,
las condiciones que acabo de caracterizar pueden sentirse opresivas, y lo
opresivo aumentará si nuestro entendimiento no abarca todos los aspectos.
Principalmente, si nos remontamos a los tiempos antiguos veremos que la
referida dependencia ha sido aún mayor y tanto más la humanidad se ha
diversificado en los distintos territorios. No obstante, la evolución de la Tierra
ya lleva en sí misma la posibilidad de que el hombre llegue a superar esa
dependencia, no en su configuración exterior, pero sí en su vida interior.
¿Qué es lo que debería suceder, o bien, qué podríamos imaginarnos
como una posibilidad para que de alguna manera esa dependencia del
territorio quedase atenuada, y para que el hombre desde la necesidad
caracterizada pudiese elevarse a cierta libertad?.
Para este fin, durante la evolución de la humanidad tendría que haber
sucedido algo directamente contrario a dicha dependencia del hombre de su
territorio. Hemos hablado de todos los impulsos por los que el hombre aparece
dependiente de su territorio, y digo: también tendría que haber sucedido algo
contrario a esa dependencia, algo totalmente contrario a esas condiciones. Se
comprenderá que de existir eso sobre la Tierra, lo totalmente contrario a todo
cuanto produce esa dependencia, conduciría a neutralizar las condiciones a
que nos hemos referido. ¿Qué ha de ser eso?.
Al principio de nuestra era aconteció el Misterio de Gólgota. En el
curso de los años hemos destacado muchas peculiaridades de este Misterio.
Empero, si nos representamos tan sólo una circunstancia generalmente
conocida, veremos que ya a través de una cosa tan común, este Misterio de
Gólgota se nos presenta como un hecho único dentro de la evolución terrestre.
El Cristo Jesús vivió en un pueblo de un bien determinado carácter como tal,
un pueblo que todo lo que hace, lo realiza debido a un bien definido carácter
étnico. Empero, lo que acontece con el Cristo Jesús, lo que se realiza a través
del carácter del pueblo, el Misterio de Gólgota, la muerte en la cruz del
Gólgota, es algo en total contraste con el carácter de este pueblo. Este pueblo,
en el cual tiene lugar el Misterio de Gólgota, ni lo acoge en su confesión ni
tampoco se declara en favor del Cristo Jesús, personalmente, individualmente,
sino que le mata, exclamando: ¡crucifícale, crucifícale!. Acontece algo que no
puede estar destinado a un solo pueblo, algo que sólo tiene sentido si lo
consideramos contrario a lo que podría suceder a través del carácter del
pueblo, un acontecimiento que el pueblo mismo rechaza, anula, aniquila. En
este hecho reside el secreto del Misterio de Gólgota, y por ello no tiene un
carácter étnico, no surge del carácter del pueblo, sino que contradice todo
cuanto hemos caracterizado como dependencia del hombre del carácter del
pueblo. Es un acontecimiento y una entidad que vive sobre la Tierra, entidad
que nada tiene que ver con el carácter del pueblo, puesto que sólo el hecho de
que algo se destruye, el hecho de la muerte, tiene que ver con el carácter de
este pueblo. No tiene que ver con el carácter del pueblo judío, ni con el del
pueblo romano que allí también está actuando. Los judíos exclaman:
¡crucifícale! y el romano no puede hallar culpa alguna en este hombre, quiere
decir que no sabe qué hacer con lo que sucede. Todo se eleva por encima de
cuanto podría realizarse a través del carácter del pueblo. Debido a ello, el
Misterio de Gólgota se convierte en un acontecimiento, el cual, si lo
examinamos correctamente, resulta incomparable con cualquier otro.
Ciertamente, en el curso de la historia siempre hubo mártires; pero no los hubo
por las causas del Misterio de Gólgota. Cuanto más profundamente se estudie
el Misterio de Gólgota, tanto más se verificará que sobrevino, justamente
porque no tiene nada que ver con el carácter individual de un pueblo, sino
porque se vincula con toda la humanidad. Podemos pues resumir: tenemos,
por un lado, aquel principio de la evolución de la humanidad que actúa de tal
manera que crea las diferencias; pero una vez surge de lo diversificado algo
que no pertenece a lo diferenciado, sino que posee su peculiaridad en el hecho
de ser independiente del carácter del pueblo. En esto reside el otro aspecto.
Con el tiempo, se reconocerá, cada vez más, que lo esencial del Misterio de
Gólgota consiste en que, para comprenderlo, requiere una comprensión
individual. Cada vez más claramente se verá que la evolución terrestre, la
evolución de la humanidad pueden comprenderse de una u otra manera; el
Misterio de Gólgota, en cambio, se presenta por sí solo: hay que
comprenderlo como acontecimiento único, y no es posible comprenderlo por
medio de otros hechos. Búsquese en cualquier campo de la evolución de la
humanidad, como en esta conferencia hemos estudiado la esfera de las Almas
de los Pueblos. Desde el principio de la humanidad sobre la Tierra, todo podrá
explicarse en base al obrar de las Almas de los Pueblos, menos el Misterio de
Gólgota y lo que con él se vincula. Muchas veces lo he dicho: los teólogos
eruditos deben admitir que no es posible encontrar una “prueba histórica” para
el Misterio de Gólgota que permitiría insertarlo en los hechos históricos, pues
esto no es posible sin tener las pruebas correspondientes. El Misterio de
Gólgota ha de ser un acontecimiento singular suprasensible, sin “prueba
histórica”. No lo reconocerá nadie quien sólo exija pruebas históricas
materiales. Únicamente ejercerá su justo efecto sobre quien se eleva a aceptar
algo como hecho histórico, sin que para ello existan pruebas. La evolución
proseguirá de tal manera que las pruebas exteriores para el Misterio de
Gólgota serán arrastradas por las corrientes. La crítica, las hará desaparecer.
Pero la comprensión espiritual de la evolución de la humanidad lo hará
aparecer como el centro por el cual giran todos los acontecimientos sobre la
Tierra. Hay que concebirlo espiritualmente, incorporarlo al proceso histórico
espiritual de la humanidad. En ello reside su secreto. El hombre comprenderá
cada vez más claramente que no hay que buscar pruebas históricas, sino la
posibilidad de comprender que aquí se requiere una comprensión
suprasensible de un acontecimiento que tuvo lugar sobre la Tierra física. Así
el hombre será capaz de comprender, en pleno sentido de la palabra, su propia
relación con la evolución histórica terrestre de la humanidad.