"¡Oh! prados solitarios,
¡Oh! valles escondidos,
Corrientes cristalinas
Que vais del mar en pos;
Sombrías arboledas
Y céspedes floridos.
Testigos de mis dichas,
¡Quedad por siempre a Dios!
Ya pensativa y sola
No iré, cual otros días.
Cabe el robusto tronco
De encina secular,
A oír de las campanas
Las dulces armonías,
Que la oración del Ángel
Llamábanme a rezar.
Ya no os veré, lugares
En que nació mi hermana,
Donde a mi hermano ¡ay triste!
Tan joven vi morir;
Ni a ti, sagrado templo,
Donde en edad temprana
Dios enseñó mi lengua
Su nombre a bendecir.
¡Juana se aleja!...
Albergue de mi niñez serena,
Lecho donde mis sueños
Veníanse a mecer;
Hogar, madre querida,
Paz de delicias llena,
¡Adiós!... Juana se aleja,
¡Ay! para no volver.
Mas no de vuestra dulce compañía
Huyo de gloria y vanidad en pos;
Otra es la empresa que mis plantas guía;
Dios me lo manda y obedezco a Dios.
El que de entre una zarza,
Que en llamas se encendía,
Dijo a Moisés: Acércate
A Faraón con fe;
El que en su ciego orgullo
Hirió a la hueste impía,
Tomando por caudillo
Al hijo de Betlé;
El que propicio siempre
Mostróse a los pastores
Y descendió entre rayos
Al monte Sinai;
El que dictó sus leyes
A siervos y señores,
Ése en la selva umbría
Me habló también a mí.
“Dejarás que apaciente tu ganado
-Me dijo- otro pastor,
Y empuñarás, ¡oh! Juana, por cayado
Acero matador.
La férrea cota oprimirá de malla
Tu seno virginal,
Y por el duro arreo de batalla
Trocarás tu cendal.
Para ti no habrá amor: la llama impura
De mundanal pasión
No ha de inundar de efímera ventura
Tu tierno corazón.
Jamás la sacia antorcha de himeneo
Verás, Juana, lucir.
Ni sentirás al maternal deseo
Un niño sonreír.
Mas por ti serán libres tus hermanos
De la extranjera grey,
Y ceñirás con tus humildes manos
La corona a tu rey.”
¡Sus, pues!. .. ¡Sonó la hora!
¡Dios a lidiar me llama!
El yelmo refulgente
Me envía por blasón;
Y a su contacto siento
Que una celeste llama
Corriendo por mis venas,
Me enciende el corazón.
Ya por los aires zumban
los ecos de la guerra;
con sus ferrados cascos
hiere el corcel la tierra;
ante mis ojos fúlgidos
tiembla el britano ya
¡Juana no existe!... ¡Hermanos,
Seguidme a la lid fiera!
¡Yo soy la mensajera
y el brazo de Jehová!"
La despedida de Juana de Arco
de Schiller
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