miércoles, 20 de abril de 2011

LA ERA CRISTIANA DESDE LA ANTROPOSOFIA

ERA CRISTIANA

AMANECER DE LA CONSCIENCIA


Aquella máxima evangélica que decía que “No se puede servir, al mismo tiempo, a dos Señores”, sumada a la de “Mi reino no es de este mundo”, nos conducen al hecho real de que el Cristianismo no es una religión o un método, sino que es un estado de consciencia que no se difunde mediante prédicas sino mediante vivencias y realizaciones conscientes. Si Cristo es el Vencedor de la muerte, el primer Resucitado y quien aseguró que “Quien crea y viva en Mí no morirá”, fue porque, venciendo a la muerte, es decir introduciendo Vida en la muerte, posibilitó la Consciencia. Lo primero que hizo el Cristo, después de su muerte en la cruz, fue romper las barreras del Hades, para liberar a las almas allí aprisionadas, para posibilitar su correcta re-integración al proceso natural post-mortem, de forma que tales almas dejaron de vagar por un limbo anodino y grisáceo, en un océano de inconsciencia y oscuridad, para poder reintegrarse a un proceso que abriese y posiblilitase la luz de la consciencia a toda la Humanidad. Es por tanto a partir del Gólgota  que amanece en la historia de la Humanidad un nuevo proceso de autoconsciencia personal y social, que se desarrolla e intensifica después mediante un proceso de individuación creciente, a partir del siglo XIX, dentro de lo que se ha llamado Epoca del Alma Consciente en el desarrollo evolutivo del alma humana.
El objetivo de la Evolución no es otro que el de generar los estados convenientes de conciencia, y por ello cada Época, cada etapa, cada momento, requieren una estado de conciencia adecuado a ella para hacerle frente. Por consiguiente, lo que nos sucede en la actualidad es que, al objeto de tomar consciencia de aquellas fuerzas adversas que inconscientemente en este mundo de materia controlan nuestro sistema de cuerpos inferiores, debemos comenzar por hacernos sensibles a la percepción del Mal, ya que en definitiva, los entes suprasensib1es, las Jerarquías Superiores, son únicamente consciencia. Para nuestra etapa actual, lo que se espera de la humanidad es una clase de consciencia especifica,  y de lo que se trataría es de cultivar una forma de consciencia que sea susceptible de registrar la naturaleza dual de nuestra realidad. Esto es más difícil de lo que parece, porque hace muchos milenios que la mente humana ha sido condicionada para filtrar e interpretar la realidad como si fuese unitaria, y, ya sabemos que un órgano, una facultad, que dejan de ejercitarse, termina por desaparecer. Cuando el individuo toma conciencia de la permanente acción del Mal y de que la realidad material es un «ensueño", una "ilusión", esta realidad pierde, en una cierta medida, al principio pequeña pero progresivamente creciente, su capacidad de encantamiento y aprisionamiento sobre la persona, debilitando paulatinamente la identificación egóica que la aferra a la materia y a las fuerzas que la dominan y la sostienen.
Según opinión extendida en la ciencia moderna las religiones son el resultado de la invención del hombre para hacer frente a su temor a lo desconocido y para rellenar el vacío de su ignorancia.  Y sin embargo ello se contradice con cualquier investigación rigurosa de la realidad: el ser humano primitivo era incapaz de inventarse nada, o de percibir un vacío existencial, pero sí era capaz de recibir enseñanzas, no a través del intelecto, de entidades suprasensibles que percibía y que le supervisaban y conducían.  Por tanto, la religión era el código de comportamiento y comunicación del hombre primitivo con tales entidades no materiales. Y así ha sido durante milenios.
Cuando, tal como nos relata Steiner, el ser humano pierde sus facultades de percepción suprasensible, ya casi extinguidas al final de la época anímica conocida como del Alma Sensible (hacia el 747 A.C.), en la decadencia de las épocas egipcio/persa/caldeo/babilónica/judia,  comienza la época cultural greco-latina de desarrollo del Alma Racional o de sentimiento y que va a durar aproximadamente hasta 1413 con el Renacimiento. Tal traslación supone la transición de un tipo de conciencia afectiva-participativa a una pensante-separativa.
En la etapa del Alma Sensible el ser humano estaba conectado directamente con la realidad que le circundaba a través del sentimiento y de una percepción no mediatizada por el pensamiento. Totalmente integrado en la realidad, formaba parte de ella y sentía con ella, no se cuestionaba su papel en el mundo.
Cuando decaen las facultades propias de este tipo de configuración anímica se plantean las propias del Alma Racional. Hay una desvinculación con el entorno y un sentimiento de aislamiento que hace que el hombre se plantee su destino y el profundo sentido de las cosas, del sufrimiento en la vida y acerca de la verdad. En esa época tenemos el surgir del pensamiento como un instrumento para empezar a conocer la realidad y el papel que el hombre tiene en el mundo. Es el inicio del ejercitamiento del juicio y la crítica, que se manifiestan en los primeros autores griegos y en el nacimiento de la filosofía, al mismo tiempo que de un pensamiento racional, aunque cargado de emotividad.
El Desarrollo del Alma Consciente
Desde el siglo VI D.C. se venía preparando, como impulso espiritual en el proceso evolutivo humano, el germen de una nueva facultad en el ser humano, en aquella parte de nuestro psiquismo ejercida sobre la percepción sensorial del mundo físico, que nos confiere una conciencia de vigilia o alerta sobre la realidad físico-material. Tal tipo de percepción es la necesaria para  despertar la individualidad, subyacente en el concepto de egoísmo o falsa individualidad, inicio o germen de lo que en el futuro habrá de ser la auténtica individualidad en lo fraternal, como expresión de un absoluto desprendimiento y de entrega crística. Este impulso va a fermentar a partir del siglo XV, que es lo que se conoce como etapa anímica del desarrollo del Alma Consciente en la que actualmente estamos, y que va a durar aproximadamente hasta el 3573.
Gracias a esta nueva facultad en la psiqué de la persona, ésta tiene la opción de encontrarse frente a su propia identidad individual distintiva del resto de los seres, posibilitándole su auto-determinación independiente de las instituciones y entidades sociales político-religiosas que hasta entonces la han dirigido, o de la atadura a los lazos hereditario-sanguineos o de razas, pueblos y nacionalidades. En el periodo del Alma Consciente el hombre puede ir despertando a su individualidad absoluta, frente al resto de la realidad entendida como algo ajeno.  
Van a surgir movimientos filosóficos y diversas teorías de conocimiento, como el romanticismo, el idealismo, el positivismo, el racionalismo y el existencialismo, etc,, en esa búsqueda del comportamiento idóneo para conseguir trasformar positivamente la realidad. La conexión mundo externo/cerebro (sistema neurosensorio) nunca ha sido tan nítida y clara como en esta época, y eso hace posible ese despertar de la individualidad, de la conciencia, a pesar de la dificultad, todavía, de situarnos dentro de la realidad, de lo que es y de lo que nosotros somos dentro de ella.
            En esta nueva etapa anímica de despertar de la conciencia se hace una especie de recapitulación, como impulso espiritual de las etapas anteriores, que se pueden caracterizar en lo cultural en los siglos XV y XVI desde Italia del alma sensible (en el Renacimiento) y desde el XVII en Francia del alma racional (con la Revolución Francesa).
Posteriormente es en la cultura germano-anglo-sajona (compuesta de británicos y alemanes) en donde se va a caracterizar plenamente la época del Alma Consciente con la revolución industrial. A partir del siglo XVIII, en el XIX y sobre todo en el XX, después de la 2ª guerra mundial,  estos pueblos que la representan, y en su extensión al continente americano, son los que van a ejercer la dirección real en todo el planeta.
Sabemos que los impulsos espirituales que tienen que caracterizar a una época cultural se producen ineludiblemente, aunque generalmente sean pervertidos en su aplicación. Como ejemplo de ello tenemos lo acaecido con la Revolución Francesa, en la que los impulsos crísticos rosacruces de libertad, igualdad y fraternidad, en lugar del efecto de modelación de los sistemas sociales, lo que previeron en su aplicación fue  favorecer a los dirigentes sociales y a las clases burguesas poseedoras de los bienes económicos.
Pero si honestamente nos preguntamos ¿Qué es lo que caracteriza a la época del Alma de Conciencia hoy día?. ¿Qué es lo que ha pervertido los impulsos espirituales correctos de fraternidad en lo económico, de igualdad en lo político-jurídico y de libertad en el pensar?. ¿Qué es lo que mueve las voluntades de más de 6000 millones de seres humanos que habitan el planeta? Habremos de contestar con total seguridad y sintéticamente: el dinero. Se quiera o no, guste o no guste, es el dinero el motor social básico de nuestras sociedades, en manos de oligopolios y de empresas multinacionales, unidos a los sistemas financieros globales, al sacrosanto principio económico de libertad de la economía (la llamada economía de mercado) en todo un mundo regido por la filosofía y la praxis del liberalismo o  neo-liberalismo económicos, asumido a nivel internacional por todo el poder y el orden mundial, a través del movimiento total de capitales, los beneficios ilimitados, etc.
Libertad en el Pensar y Fraternidad en lo Económico
Todo ello no es sino una tergiversación de la libertad de pensamiento que tenía que producirse en el siglo XIX: los libre-pensadores. El punto de partida se basaría en que los seres humanos, las personas, no tienen que estar sometidas, en su capacidad pensante, a ninguna doctrina o creencia, a deologías, a una raza, a un sexo o a un estado, sino simple y llanamente a su propio yo. En la época del Alma Consciente os procesos culturales y educativos han de posibilitar el funcionamiento autónomo del pensamiento en los procesos de individualización necesarios.
Por el contrario lo que sí habría que estar condicionado y regulado por leyes es la economía, que no se puede mover en absoluta libertad, sino en base al concepto de la fraternidad. La economía en libertad significa que cada uno que pueda va a ejercer los estímulos y a poner los mecanismos para optimizar una producción en base al beneficio personal, sin leyes que lo limiten o impidan. ¿Qué pasaría con la economía si no existiera el dinero, si sólo existiera lo que cada uno necesita: vivienda, comida, vestido, etc.?.¿Cómo nos íbamos a proveer de eso? . Nos daríamos cuenta de que lo importante no es el dinero, que desapareciese, sino de quedarnos sin lo que tenemos (ropa, casa, coche, colegio, etc.). Es esencial el diferenciar entre las estructuras actuales montadas en base al dinero, al trabajar por un sueldo, o el ser consciente de que si yo produzco algo no es para mi, sino para los demás, a los que a su vez necesito para vivir, desde algo tan simple como un jersey a unos zapatos, pues ello me permitirá constatar que miles de personas están trabajando para permitirme desarrollar mi existencia, y que asimismo mi trabajo es para los demás, no para mi mismo. Si piloto un avión, por ejemplo, no es por el sueldo, sino porque ayudo a desplazarse a 200 personas que lo necesitan.
El proceso se ha pervertido a través del ciclo económico en los últimos siglos y por eso ahora todos creemos que trabajamos exclusivamente para nosotros mismos. El desarrollo profesional es absolutamente egoísta y entendemos que eso es lo normal y conveniente. Tal filosofía de vida, ya enraizada en lo más profundo de nuestro inconsciente, a través de todo un sistema educativo y cultural, impide al ser human concienciar que lo importante es lo que cada uno de nosotros aporta a los demás y lo que muchas personas nos aportan con su trabajo a lo largo de nuestra vida.
Hijos del Siglo XX    
Todos los procesos culturales están basados en teorías de conocimiento, o fundamentos filosóficos que los dirigen. En este sentido todos nosotros somos  hijos del siglo XX”, inmersos en una cultura que se ha estado preparando desde hace algunos siglos, y por eso pensamos, como lo hacemos, en normas y creencias que desde la infancia nos han sido enseñadas y que consideramos y creemos verdaderas. Sin embargo es precisamente en nuestra época de desarrollo de la conciencia individual cuando sería el momento de poner en cuestión todo eso aprendido y darnos cuenta de la gran cantidad de cosas que “sabemos” pero que no son verdaderas. Salvo que seamos analfabetos y marginados socialmente todos estamos educados en base a una civilización occidental que se ha extendido a todo el mundo, desde Asia a África y Australia. Es una influencia que viene de los Estados Unidos de América fundamentada en una gneosología que originariamente procede de Europa, concretamente  de Francia y Alemania, pero fundamentalmente dirigido desde Inglaterra en lo económico,que luego fue fermentado en USA y posteriormente expandido al resto del mundo.
Durante miles de años la humanidad había estado vivenciando que los pensamientos son seres vivos que desde el mundo espiritual se manifiestan en la mente humana, que recoge esos pensamientos y los ordena y comprende adecuándolos al mundo físico material.  En el siglo XV, como hemos visto, comenzó del desarrollo de la conciencia, de manera que determinadas personas empezaron a experimentar que su pensamiento nacía en su propio cerebro: “pienso, se me ocurre, tengo ideas elaboradas por mi”. De esa forma se fué desvaneciendo toda posibilidad de percibir el pensamiento como un regalo, cual lluvia procedente del mundo espiritual, y ese proceso culmina en los siglos XIX y XX con la expansión de la cultura y la alfabetización de grandes masas de población, todo lo cual e generó una ola cultural que desvanece cualquier conocimiento (que no creencia) espiritual.
        Surge el concepto de propiedad intelectual, regida por el dinero, los derechos de autor, como creaciones mentales que tienen un autor. Es un proceso paralelo al aislamiento, al sentimiento de no pertenencia a un grupo, a la importancia personal. Yo soy el que importo, por encima de la familia, raza, país, etc, cada uno es cada uno, con toda su miseria y grandeza. Según vamos atrás en el tiempo la importancia grupal era mayor, el individuo era importante en función del grupo al que pertenecía. En la época del alma consciente nos consideramos yoes individuales. Es un proceso evolutivo por el que el ser humano tiene que pasar, enfrentándose a la problemática del egoísmo que rige la individualización, lo cual coincide con un incremento de las fuerzas del pensamiento en relación con los sentimientos personales. Estoy yo sólo y está el mundo: el sujeto y el objeto. A ello se suma todo un proceso de cambio en el rol de los sexos, que se produce a mediados del siglo XX en que la mujer, el aspecto femenino del ser humano, va a tomar también el impulso de la individualización de manera que deja de estar secuestrada por la  masculinidad para actuar firme y resueltamente en el entramado social, político y económico.
Individualidad e Individualismo
El problema de la individualidad es que puede conducir a crear individuos, algo que se necesita, pero también a un incremento del individualismo exacerbado, del egoísmo. La individualidad es necesaria como proceso, una individualidad inevitablemente egoísta en principio, por el que todos tenemos que pasar, y en el que tenemos la oportunidad y el derecho a decidir guiar nuestra voluntad para pensar y actuar de la manera que consideremos más adecuada. Ello supone un enorme cambio cultural en el que las doctrinas religiosas y creencias van perdiendo fuerza.
El individualismo hace que me aísle del grupo y vea a los demás, intuitivamente, instintivamente, como algo peligroso, a enfrentar. Cuanto más soy “yo” más pierdo de empatía con los demás y menos dependo del grupo, con el que no me puedo comunicar. Ello conduce a la competitividad en un mundo de triunfadores y perdedores, que lo son porque se lo merecen. Sin embargo el individuo es la persona que ha podido independizarse, de alguna manera, de los condicionamientos sociales impuestos. Desarrolla una personalidad acorde con lo que moralmente cree es verdadero y bueno. Puede aportar a lo social lo mejor que tiene ya que la sociedad necesita muchos individuos que hayan superado las fuerzas de egoísmo.
El yo tiene que relacionarse con el otro yo, no en función de que el otro me agrade o no constitucionalmente. La esencia está dentro, “acorazada”por el egoísmo individualista. Tengo que ver al individuo que está detrás de la mera apariencia que el otro me presenta, lo cual dificulta las relaciones humanas.
A la vez el hombre necesita verse a sí mismo, aunque haga lo que sea para no ver su propio yo, y por ello  recurre a drogas, evasiones, etc. que aturden y atrofian su cuerpo astral (emocional), adormeciendo su conciencia, porque la conciencia le va a llevar a ver cómo vive su espíritu, y, si carece de autodisciplina y voluntad, le llevará por tanto a la frustración y, en su consecuencia, a la huida del propio autoconocimiento.
La vigente cultura materialista tiene la ventaja de poder homogeneizar, mediante el pensamiento único que allana todas las diferencias, a miles de millones de seres humanos “robotizándoles” para cumplir consignas, con todo el poder de los medios de comunicación. En este sentido el problema actual del ser humano no es por una carencia de capacidades espirituales, sino fundamentalmente por condicionamientos culturales que nos han ido castrando convenientemente cuando nos creemos: “no eres nadie, no posees nada, no tienes nada trascendente, cuando te mueras se acaba todo...o te condenas o salvas por toda la eternidad si no cumples los mandatos”, etc. Con esto se ha conseguido aniquilar la seguridad del ser humano en si mismo, su propia autoestima, a la vez que todo lo que tiene que ver con la tradición y las costumbres se debilita, las iglesias pierden poder a marchas forzadas, al igual que las tendencias familiares.
Este proceso aniquilador de toda la influencia cultural anterior que se ha producido en el siglo XX y que sigue avanzando, hace que el individuo se rebele al no haber ya nada que dirija su voluntad, generándose así el vacío en las almas, la negación de Dios, la inseguridad. Para sustituir o compensar la falta de lo divino, y por debilidad anímica se ha sustituido la fe en la iglesia y en sus dogmas que no se comprenden, por una cierta fe en los postulados científicos (la autoridad de la ciencia) que tampoco se comprenden, aunque se den cómo verdaderos en una especie de fé innata de carbonero. Fundamentalmente somos seres de fe, necesitamos creer en algo, aunque sea en instituciones que estén por encima de nosotros, a las que otorgar la fuerza y la representación de la verdad que no conocemos: ello nos va a dar una cierta seguridad, a pesar de que la ciencia sólo abarca el campo físico-material, sin respuesta alguna de lo trascendente. Al final la persona, si piensa, pierde también esa seguridad y se queda en lo que hoy se vive como una indeterminación en la que el hombre vuelve a experimentar la sensación: “sólo se que no se nada”. Contamos con muchísima información que en lo esencial no nos vale puesto que no sirve para contestar a las preguntas vitales: ¿De donde vengo, quien soy, hacia donde voy?.
La Fuerza del Pensar  y la Conciencia Moral
La humanidad se ha entregado con confianza infantil a la fe que no se comprendía, durante muchos siglos, a la providencia divina a través de sus “representantes” en la tierra, ya sea en el catolicismo como en el resto de religiones establecidas. Era necesario que se pudiera hacer un trabajo desde el individuo, con la fe que no se comprendía en base a la fuerza del sentimiento, entregándose la confianza a aquello que no se podía unir con la fuerza de la conciencia. Pero han pasado más de 2000 años de evolución y hoy ya podemos plantearnos las cuestiones conscientemente con la fuerza de nuestro pensar.
Si se pregunta ¿Qué es un ser humano?. Entre otras cosas podemos considerarlo como “un centro de conciencia moral en evolución”, es decir, tenemos una conciencia y una moral, que evolucionan. Sabemos que en la naturaleza todo está conformado para que funcione equilibradamente, sin exceso ni defecto, sin que nadie ponga en peligro la continuidad de la vida... salvo el ser humano, que puede ser peligroso para el planeta. Entendemos como moral lo que facilita esa continuidad, e inmoral, lo que la perjudica. El hombre, durante millones de años, siempre ha tenido una moral, sin conciencia, desde cada célula, subsumida en el organismo del que forma parte todo un ejército de seres espirituales, actuando con la exclusiva misión de conformar el cuerpo, abnegadamente. Otras conciencias actúan por nosotros.
Ahora todos somos necesariamente egoístas para poder individualizarnos, y por tanto somos en parte inmorales. Nuestra conciencia empieza a estar desligada de los impulsos espirituales que las Jerarquías Divinas no shan venido desde siempre. El pensamiento comienza a manifestarse realmente en la humanidad desde ese comienzo de la filosofía, a través del amor a la sabiduría, desde hace 2700 años en Grecia, cuna de la civilización occidental. Ese pensamiento, aunque todavía se vivenciaba como un regalo del mundo divino de las ideas, permitía entrar en contacto con la realidad, e irá evolucionando hasta que, desligado de lo divino, se considera un derecho de las personas, de los autores pensantes. Se pierde la dirección moral automática, un comportamiento moral instintivo, y se gana la conciencia a través de nuestro pensamiento, por medio de una libertad para su utilización en lo que queramos sin la necesidad de estar mediatizados por doctrinas y normas.
Hoy día todos tenemos una capacidad de pensamiento, con unas posibilidades ilimitadas que desconocemos; estamos al comienzo de su utilización, después de cinco siglos  lo usamos casi en exclusiva para nuestros intereses, para ir descubriendo algunas leyes físicas que rigen en el plano material. Este uso egoísta del pensar era necesario y lícito porque el ser humano tenía necesidad de dejar de pensar “religiosamente” (no espiritualmente) sustituyéndolo por un pensar científico y así ganar el control de la subjetividad y la conquista de la objetividad. Esto tenía que generar una actitud correcta de no usar ese pensar egoísta exclusivamente para mi conveniencia y placer para adecuar las leyes del mundo físico que puedo descubrir. Esa cualidad de objetividad del pensamiento científico era necesaria para que se pudiera desarrollar la conciencia moral individual. Para ello hay que dejar de pensar de forma utilitaria para poner la conciencia de cada uno al nivel de la realidad, proceso que aunque muy largo ya es posible realizar, a partir del siglo XX, por la objetividad ganada gracias al desapego en la investigación científica.
Objetividad en el pensamiento que ha llegado a muchos millones de seres humanos y posibilita el comienzo de esa conciencia moral dirigida por ese pensar libre de prejuicios y condicionamientos culturales y doctrinas. Comienzo de un proceso que todos podemos hacer si nos lo proponemos y empezamos a desembarazarnos de esos condicionamientos culturales que tenemos: requiere un trabajo personal de auto-conocimiento, un camino de investigación personal sobre la realidad, de cambio de la ciencia natural a la ciencia espiritual, no negando lo natural, sino incluyéndolo dentro del ámbito de toda la realidad anímico-espiritual en la que vive lo físico-material, expandiendo nuestra conciencia, hoy tan limitada porque nuestra cultura nos enseña (y nos lo creemos) que nuestra conciencia tiene que ceñirse a la enseñanza que recibimos (condicionamientos, que no determinaciones que no puedan ser modificadas).
Esto nos da la clave del porqué de la situación actual del caos que padece el hombre hoy, de indeterminación y desesperanza. Cada uno tiene que reflexionar y dándose cuenta (tomando conciencia de la realidad) ver lo que puede hacer. Lo importante es la actitud que tomemos, obrar moralmente lo mejor que podamos, según lo que cada uno considere sea lo más adecuado. Ello va a depender de la sabiduría de cada uno, que se ha de trasformar en amor. La forma que tenga de ver la vida cada hombre va a condicionar la moral que posea. Lo cual conllevará una actitud exigente de buena voluntad y total honestidad. Que los procesos personales sean conscientes, lo más auténticos posible, no artificiales ni inducidos por nada ni por nadie, sino por mi mismo, por mi voluntad, para que, sin angustias, y ejercitando ese Alma Consciente que estamos desarrollando toda la Humanidad en este actual período evolutivo transcendental, yo mismo los pueda trasformar.
Equipo de Redacción Biosophia

Elvis Presley: We Call On Him(subtitulado español)

martes, 19 de abril de 2011

EVANGELIO SEGUN SAN JUAN, 13, 21


En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo:
-«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía .... Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
-«Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
-«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
-«Lo que tienes que hacer hazlo en seguida».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús:
-«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: Donde yo voy, vosotros no podéis ir».
Simón Pedro le dijo:
-«Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús le respondió:
-«Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde».
Pedro replicó:
-«Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
-«¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».
Juan 13, 21-33 36-38

DE JUDAS Y LA TRAICION


No obstante, aún sucedía que Cristo iba de lu­gar en lugar, acompañado de un ya bastante numeroso grupo. Cuando en este o aquel lugar uno de ellos hablaba, podía creerse que era el Cristo mismo quien hablaba, pues El hablaba por la boca de todos. Hubo, por ejemplo, un diálogo entre los escribas. Ellos decían: para aborrecimiento del p ...ueblo se podría prender y matar a cualquiera de ellos, pero se tomaría, quizás, a Uno por otro, pues todos hablan de igual mo­do. Por lo tanto, esto no resuelve nada, ya que posible­mente el verdadero Cristo Jesús sobreviviría. Es preci­so prender al Cristo mismo. Sólo los discípulos mismos fueron capaces de hacer la distinción; pero ellos, naturalmente, no iban a decir al enemigo quién era el verdadero Cristo. Pero ahora, Ahri­mán había adquirido fuerza suficiente con respecto a la pregunta que había quedado sin resolver, pregunta que el Cristo no pudo decidir en los mundos espirituales, si­no únicamente en la tierra.
Pero por el hecho más grave tuvo que conocer lo que significa hacer pan de las piedras. Pues Ahrimán recurrió a la complicidad de Judas Iscario­te. Por la manera de cómo el Cristo obraba, no hubiera existido ningún recurso espiritual para descubrir quién, en medio de los que le veneraban, era el Cristo. Pues donde el espíritu, incluso lo supremo de la fuerza persuasiva, ejercía su influencia no fue posible apoderarse de El. Únicamente se logró aprehenderle donde actua­ba quien empleaba el medio desconocido al Cristo y que El no llegó a conocer sino por el acto más grave sobre la Tierra. Por ningún otro medio hubiera sido posible reconocerle sino únicamente porque intervino quien se puso al servicio de Ahrimán, quien efectivamente sólo por el dinero llegó a cometer la traición. El vínculo de Cristo con Judas consistía en que en la escena de la tentación había tenido lugar lo que es comprensible en el Dios: El no sabía que sólo para el cielo es cierto que para el pan no se necesitan piedras. La traición se hizo porque Ahrimán había retenido el aguijón. Además, el Cristo debió someterse al dominio de la muerte, por cuanto que Ahrimán tiene poder sobre ésta. He aquí el vínculo de la es­cena de la tentación y del Misterio de Gólgota con la traición de Judas. Mucho más habría que enunciar concerniente al Quin­to Evangelio; pero las demás partes del mismo seguramente se darán a conocer en el curso de la evolución de la humanidad. Por los relatos escogidos he tratado de dar una idea de cómo es este Evangelio. Y ahora, al final­ de estas conferencias, siento nuevamente, en lo profun­do del alma, lo expresado en la primera conferencia, es decir, que son las necesidades de nuestro tiempo las que exigen hablar del Quinto Evangelio. Y lo expuesto en esta oportunidad también requiere que sea acogido en concordancia con estas condiciones. RUDOLF STEINER
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INICIACION CHRISTIANA

Iniciación Cristica
de Piedra Fundamental, el Martes, 19 de abril de 2011 a las 16:19
Ante todo debemos comprender lo que significa el estar dispuesto a conocer y el unirse con los mundos superiores. Para este fin hemos de contemplar la naturaleza de la iniciación, particularmente con respecto al contenido del Evangelio de Juan. ¿Quién es el iniciado?
En todos los tiempos de la evolución post-atlante, fueron llamados iniciados los que eran capaces de elevarse sobre el mundo exterior físico-sensible y tener experiencias propias en los mundos espirituales, vale decir, quienes vivían en la realidad del mundo espiritual de un modo igual a cómo se experimenta el mundo físico- sensible a través del sentido de la vista y los demás órganos sensorios exteriores. Semejante iniciado es, por lo tanto, testigo de los mundos espirituales y de su verdad. Pero aparte de esto, hay otra cualidad peculiar que todo iniciado adquiere; esto es que él se eleva sobre los sentimientos que en el mundo físico no sólo se justifican sino que son, además, profundamente necesarios, pero que de igual manera no existen en el mundo espiritual.
Mas no hay que interpretarlo de manera tal que el iniciado que además del mundo físico experimenta el mundo espiritual, debiese renunciar a todos los demás sentimientos humanos que en el mundo físico tienen valor, adquiriendo en cambio los sentimientos concernientes al mundo espiritual. No se trata de un cambio de una cosa por la otra, sino que además de la una, el iniciado adquiere también la otra. Cuando por un lado el hombre espiritualiza sus sentimientos, debe tener, por el otro lado, tanto más intensos aquellos sentimientos que le capacitan para trabajar en el mundo físico. En este sentido hay que comprender la palabra de que en cierto modo, el iniciado debe convertirse en hombre sin patria.
No en sentido como si de modo alguno debiera enajenarse de su patria y de la familia, mientras él viva en el mundo físico; antes bien, esa palabra se relaciona con que por la adquisición de los sentimientos concernientes al mundo espiritual, se sutiliza y se embellece el desarrollo de los sentimientos del mundo físico. ¿Qué es un hombre sin patria? Sin este atributo nadie puede alcanzar la iniciación, en la verdadera acepción de la palabra. Ser hombre sin patria significa:
En el mundo espiritual el hombre no debe engendrar simpatías particularistas a semejanza de las simpatías especiales que en el mundo físico tiene por distintos ramos o asuntos. En el mundo físico el individuo pertenece a éste o a aquel pueblo, a ésta o a aquella familia, a una o a otra comunidad estatal. Todo esto está bien e incluso es necesario por lo que nadie tiene por qué perderlo. Pero si el hombre quisiera desenvolver en el mundo espiritual tales sentimientos, traería a dicho mundo dotes pésimas. Allí no se trata de desenvolver simpatías, sino de observarlo todo objetivamente, en virtud de su propio valor. También podría decirse —si fuera generalmente comprensible— que el iniciado debe convertirse en hombre imparcial, en sentido propio de la palabra.
Ahora bien, por su evolución sobre la Tierra, la humanidad dejó atrás un antiguo estado sin patria, relacionado con la primitiva clarividencia opaca. Hemos visto que de esferas espirituales el hombre descendió al mundo físico. En las primitivas esferas espirituales no existió patriotismo ni nada parecido. Al descender de esas esferas, parte de la humanidad pobló la tierra allí, otra parte allá; y los distintos grupos se convirtieron en trasunto de los respectivos territorios. No hay que creer que sólo por causas interiores, el negro llegó a ser negro, sino que esto también se debe a la adaptación a su territorio; y lo mismo ocurrió con el hombre blanco. Del mismo modo que las grandes diferencias en cuanto a color y raza, así también las diferencias menores entre los distintos pueblos se deben a que el hombre sufrió el influjo del mundo circundante. Esto, además, se relaciona con el especial desarrollo del amor sobre la Tierra.
Debido al diferenciarse los hombres entre sí, el amor, primero se estableció en comunidades pequeñas; y sólo paso a paso, partiendo de las pequeñas comunidades la humanidad se desarrolla hacia una gran comunidad de amor, lo que concretamente se logrará por la implantación del Yo espiritual. En cierto modo el iniciado experimentaba anticipadamente el estado al cual la evolución de la humanidad propende: franquear todos los escollos y establecer la paz firme, la gran armonía y la fraternidad. La soledad (el estar sin patria) le hacía acoger desde un principio los gérmenes del gran amor fraternal. En los tiempos antiguos se aludía a ello simbólicamente a través del relato de los viajes realizados por el iniciado, por ejemplo, Pitágoras.
Semejante relato tendía a que en sus sentimientos, que se cultivan en la íntima comunidad, el iniciado alcanzase objetividad. Es la misión del cristianismo hacer obrar en toda la humanidad el impulso de la fraternidad que individualmente siempre obraba en el iniciado.
Contemplemos aquella idea más profunda del cristianismo: que el Cristo es el Espíritu de la Tierra, y la Tierra el cuerpo, o bien la vestimenta del Cristo. Hay que tomarlo literalmente pues hemos dicho que hay que pesar cada palabra de un documento como lo es el Evangelio de Juan. Con respecto a la “vestimenta” de la tierra, la evolución nos enseña que esta vestimenta, quiere decir las partes sólidas de la tierra fueron divididas: uno tomó posesión de ésta, el otro de aquella parte. Tomar posesión, adquirir propiedad personal, significa que en el transcurso del tiempo en cierto sentido se han dividido y repartido los vestidos del Cristo, como Espíritu de la Tierra. Una sola cosa no ha podido dividirse, pues pertenece a todos: la atmósfera que circunda la Tierra. El Mito del Paraíso alude a que de esta atmósfera se alentó al hombre el soplo de vida, con lo cual él obtuvo el primer germen del yo en el cuerpo físico. La atmósfera, el aire, no puede dividirse. Fijémonos si a esto alude el autor del Evangelio que más profundamente nos describe el cristianismo:
“. . . tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes;. . . mas la túnica. . . no la partieron.”
He aquí la palabra que da la aclaración y nos dice que la Tierra como un todo, conjuntamente con su atmósfera, es el cuerpo, o el vestido, y la túnica de Cristo.
El vestido fue dividido en continentes y regiones; no así la túnica. La atmósfera no ha sido dividida, pues pertenece a todos; ella es el símbolo material exterior del amor que envuelve al orbe y que más tarde llegará a realizarse.
Con relación a muchos otros aspectos, el cristianismo deberá contribuir a que la humanidad acoja algo del antiguo principio de iniciación. Para comprenderlo, vamos a caracterizar la naturaleza de la iniciación. A tal fin basta considerar lo esencial de las tres clases principales de la misma: la antigua iniciación yoga, la específica iniciación cristiana, y la cristianorosacruz, que es la más apropiada para el hombre de nuestro tiempo. Con respecto a estas tres formas vamos a relatar cómo transcurre, qué es y qué representa la iniciación.
¿Qué es lo que capacita al hombre para percibir los mundos espirituales? El cuerpo físico posee órganos sensorios para percibir el mundo físico. Si nos remontáramos a tiempos remotos de la evolución humana, encontraríamos que el hombre del mundo físico aún no poseía ojos para ver, ni oídos para oír, sino — como lo dice Goethe— “órganos indiferentes, no diferenciados”. Prueba de ello es que hasta en nuestra época existen ciertos animales con semejantes órganos indiferentes. Poseen puntos que sólo les permiten distinguir luz y obscuridad. En el curso del tiempo aquellos órganos indiferentes se modelaron y transformaron en ojos y oídos; y al modelarse el ojo y el oído surgió para el hombre el mundo físico de los colores y de los sonidos, respectivamente. Nadie tiene derecho a afirmar que el mundo no es real; sólo puede decir: “No lo percibo”. Percibir el mundo, verdaderamente significa: poseo órganos para percibirlo. Puede decirse: “Conozco este o aquel mundo”, pero no puede decirse: “No reconozco el mundo que el otro percibe”. Quien habla así pretende que el otro no debiera percibir otra cosa que él; pretende autoritariamente que sólo es valedero lo que él mismo ve. Puede aparecer quien diga “No existe lo que enuncia la antroposofía; es fantasía teosófica”; pero esto sólo es prueba de que semejante persona no percibe lo espiritual. Quien sólo reconoce lo que él percibe, imperiosamente pretende decidir sobre lo que él no sabe.
No hay intolerancia más grande que la de la ciencia oficial frente a la ciencia espiritual, y con el correr del tiempo será cada vez peor. La gente no es consciente de que está juzgando acerca de algo que no le compete. A menudo se oye decir: “Los antropósofos están hablando de una doctrina secreta cristiana, mas al cristianismo no le hace falta ninguna doctrina secreta; sólo es valedero lo que el ánimo sencillo percibe y comprende”, con lo cual simplemente quiere decirse: lo que uno mismo percibe y comprende. En semejantes círculos con razón se rechaza la infalibilidad del papa; pero se supone la propia infalibilidad (también entre cristianos). Si consideramos que para nosotros el mundo físico sensible existe debido a que en nuestro cuerpo físico fueron grabados los distintos órganos sensorios, no será extraño decir que la percepción de un mundo superior se basa en que en los vehículos superiores del ser humano, o sea en los cuerpos etéreo y astral, se estructuraron órganos superiores. El cuerpo físico ya posee sus órganos respectivos, no así los cuerpos etéreo y astral; en éstos deben grabarse los órganos correspondientes. Una vez insertados, se produce la percepción de los mundos superiores.
Explicaremos pues cómo en la persona que buscay consigue la iniciación se plasman esos órganos. Se trata de tener acceso al cuerpo astral donde él se halle en su pureza. En el estado de vigilia, cuando el cuerpo astral está sumergido en el cuerpo físico, las fuerzas de éste ejercen su influjo sobre aquél; quiere decir que el cuerpo astral no está libre, sino que se atiene a las condiciones del cuerpo físico y no se puede influir sobre él.
Únicamente durante el sueño, cuando el cuerpo astral se halla fuera del cuerpo físico, es posible modelar y desarrollar los órganos superiores. Sin embargo, no es posible influir sobre el ser humano durmiente; puesto que en el estado inconsciente, el hombre no es capaz de percibir lo que con él sucede. Parece que aquí existe una contradicción, ya que durante el sueño el cuerpo astral no es consciente de su relación con el cuerpo físico. Mas es posible proceder de tal manera que se ejerce efecto sobre este último en el estado de vigilia y que las impresiones que él recibe perduren en el cuerpo astral, cuando éste se desliga. De la misma manera como comúnmente se imprimen en el cuerpo astral las impresiones recibidas del mundo físico circundante, así también hay que hacer, con respecto al cuerpo físico, algo bien definido para que ello se imprima y se desarrolle de un modo adecuado en el cuerpo astral. Esto se logra si el hombre no vive tan irreflexiblemente, recibiendo las impresiones de allí y de allá como generalmente lo hace, sino si regula su vida interior mediante un bien definido y metódico discipulado. Lo llamamos meditación, concentración o contemplación. Se trata de ejercitaciones que en las escuelas correspondientes se prescriben tan exactamente como en los laboratorios se determina la microscopia, etc. Estos ejercicios producen un efecto tan intenso que el cuerpo astral, al desprenderse durante el sueño, va transformándose plásticamente. Al igual que una esponja se amolda a la forma de la mano que la empuña, pero, al soltarla, se forma según las fuerzas que le son inherentes, así también el cuerpo astral, al desligarse de la corporalidad, obedece a las fuerzas astrales que le son propias. En este sentido deben cumplirse durante el estado de vigilia los ejercicios espirituales, por los cuales, durante la noche, el cuerpo astral adquiere la plasticidad como para generar en sí mismo los órganos de la percepción superior.
Esta meditación puede realizarse de triple manera. Puede tomarse en consideración más bien el material pensante, lo que se llama elementos de sabiduría del pensamiento puro. Esto es propio al discipulado del yoga que principalmente trabaja con la contemplación, el pensamiento. Por otra parte, puede cultivarse y desarrollar más bien el sentimiento. Esto corresponde específicamente al principio cristiano. Pero también pueden combinarse los elementos del sentimiento y de la voluntad; y esto es el método cristiano-rosacruz. Hablar del yoga nos llevaría demasiado lejos y tampoco guardaría relación con el Evangelio de Juan.
Consideraremos pues la iniciación específicamente cristiana para ver en qué se basa. Pero hay que tener presente que una persona perteneciente a los círculos sociales de nuestro tiempo difícilmente podría tomar el camino de esta iniciación, porque requiere del hombre una temporaria aislación. En cambio, el método rosacruz se presta precisamente para que el hombre, sin desatender sus obligaciones, pueda elevarse a los mundos superiores. No obstante, el principio fundamental puede exponerse claramente considerando la iniciación cristiana.
Este método de iniciación trabaja exclusivamente en base al sentimiento; y he de nombrar siete etapas o escalones de sentimiento cuyo experimentar influye en el cuerpo astral y le hace desarrollar, durante la noche, los órganos superiores. Vamos a describir cómo debe ser la vida del discípulo cristiano, si quiere pasar por los referidos escalones o grados.
El primer grado consiste en lo que se denomina la ceremonia del “lavatorio”, o lavado de los pies. El Maestro dice al discípulo: “Mira la planta; ella echa raíces en la tierra; el suelo mineral es un ser inferior al vegetal. Si la planta fuera consciente de su naturaleza, diría a la tierra: si bien es verdad que yo soy de naturaleza superior, no podría existir si tú no existieras, pues tú, tierra, me alimentas en mayor parte. Y si la planta pudiese expresarlo con sentimientos, se inclinaría hacia la roca y le diría: Me inclino hacia ti, roca, ser inferior, pues a ti debo mi existencia. Si subimos un escalón: el animal, en forma análoga, diría a la planta: si bien es verdad que yo soy superior al vegetal, le debo, no obstante, al reino inferior mi existencia. Y si de la misma manera seguimos subiendo y llegamos al ser humano, cada uno que en la jerarquía social se encuentre un poco más alto debería inclinarse hacia la posición inferior y decir: al que está en posición inferior, le debo mi existencia. Y así hemos de subir hasta el Cristo Jesús.
Los doce, en torno de El, hállanse en un grado inferior; pero al igual que la planta se desenvuelve de la roca, así también el Cristo Jesús tiene su origen en los doce; El se inclina hacia ellos, diciendo: A vosotros debo mi existencia”.
Después de haberlo explicado al discípulo, el maestro le decía: “Durante semanas• deberás entregarte al sentimiento cósmico de que lo superior debe inclinarse hacia lo inferior; habiéndolo contemplado profundamente, experimentarás un síntoma interior y otro exterior”. Pero éstos no son lo principal, sino que dan prueba de que el discípulo se ha ejercitado suficientemente. Si de dicha manera el alma había influido sobre el cuerpo físico, el discípulo, como síntoma exterior, tenía la sensación como si agua fluyese por sus pies. ¡Una sensación absolutamente real! Y como otra sensación igualmente real, tenía la grandiosa visión astral de la ceremonia del lavatorio, el inclinarse del yo superior hacia el yo inferior. El hombre percibe en lo astral lo que en el Evangelio de Juan se describe como hecho histórico.
El segundo grado consiste en que al discípulo se le dice: “Debes desarrollar en ti mismo otro sentimiento más. Debes re- presentarte que te atacasen toda clase de dolores y sufrimientos del mundo; debes sentir que estuvieses expuesto a la embestida de toda clase de contratiempos; y debes suscitar el sentimiento de estar erguido aunque te amenazase toda la miseria del mundo”.
Del haberlo ejercitado lo suficiente, resultan otros dos síntomas: uno se traduce en el sentimiento como si de todas partes el discípulo fuese golpeado y como segundo fenómeno tiene la visión astral de la “flagelación”. Lo que relato, ha sido experimentado por centenares de hombres, dándoles la capacidad para ascender a los mundos espirituales.
En tercer lugar el discípulo debía pensar que lo más sagrado de su ser, lo que él cultiva con toda la fuerza de su yo, fuese agobiado con mofa y escarnio; y tenía que decirse: “Venga lo que viniera, debo quedar firme y luchar por lo sagrado de mi ser”. Al haber profundizado tal sentimiento, sentía un dolor punzante en la cabeza; y como visión astral experimentaba “el colocar la corona de espinas”. Aquí también cabe advertir que lo que importa, no son los síntomas, los cuales aparecen como efecto de los ejercicios. Además, se toman las medidas para excluir la sugestión y la autosugestión.
En el cuarto grado el discípulo debe lograr que al cuerpo propio lo sienta tan extraño como si fuera un objeto exterior; por ejemplo, un pedazo de madera, de modo que no diga “yo” con referencia a su cuerpo. Y lo debe sentir a tal punto que dirá: “llevo conmigo mi cuerpo, al igual que llevo mis prendas de vestir”. Deja de relacionar su yo con su cuerpo; y se produce lo que se llama la prueba d sangre. Lo que en muchos casos podría ser un estado patológico es, en este caso —puesto que se excluye todo lo patológico—, efecto de la meditación.
Aparecen los estigmas en los pies, en las manos y en el costado derecho del cuerpo; y como síntoma interior, el discípulo tiene la visión astral de la “crucifixión”.
Solo brevemente podemos describir el quinto, sexto y séptimo grado de sentimiento. El quinto escalón consiste en lo que se llama “la muerte mística”. Por los sentimientos que a esta altura el discípulo ha de experimentar, se le presenta algo como si en un determinado instante se corriese una cortina negra ante todo lo físicamente visible, como si todo desapareciera. Además, este instante tiene importancia por lo que debe haberse experimentado si se quiere alcanzar la iniciación cristiana en la verdadera acepción de la palabra. El iniciando se sumerge en las causas primitivas del Mal, del dolor, de la aflicción y del sufrimiento; y él sufre todo lo que del Mal vive en el fondo del alma humana, al “descender al infierno”. Una vez experimentado esto, resulta como si se rompiese la cortina negra, y se percibe el mundo espiritual.
El sexto escalón es lo que se llama “la sepultura y la resurrección”. Es el grado en que el discípulo se siente aunado con todo el cuerpo terrestre, como si estuviese puesto en la tierra y perteneciese a todo el planeta. Su vida se expande y se convierte en vida planetaria.
No es posible describir con palabras el séptimo sentimiento. Sólo podría describirlo quien fuera capaz de pensar sin el instrumento del cerebro físico; y para ello no existe ningún lenguaje porque nuestro idioma no posee sino expresiones para el plano físico. Este grado es superior a todo cuanto el hombre comúnmente puede representarse. Se denomina “la Ascensión”, o la total admisión al mundo espiritual. Con ello concluye la escala de los sentimientos que en estado de vigilia el discípulo debe desarrollar en absoluto recogimiento. Después de haberse abandonado a ellos, esta experiencia ejerce un efecto sobre el cuerpo astral del discípulo a tal punto que durante la noche se desenvuelven y se plasman los órganos sensorios interiores. La iniciación rosacruz no pasa por esta escala septena de sentimientos, pero conduce al mismo efecto que acabamos de explicar.
Así vemos que en la iniciación se trata de influirpor medio de las ejercitaciones diurnas, sobre el cuerpo astral, con el fin de que, cuando en la noche está totalmente libre, él mismo pueda darse una nueva forma plástica. Cuando de esta manera el hombre como ser astral, ha llegado a darse esta forma plástica, el cuerpo astral realmente se ha convertido en un nuevo principio (Wesensglied) del ser humano, pues se halla enteramente compenetrado de Manas o Yo espiritual.
Finalmente, al haberse estructurado de la referida manera, se trata de que lo plásticamente desarrollado del cuerpo astral, se imprima también en el cuerpo etéreo. De un modo análogo a como un sello imprime en el lacre un nombre o un signo, así también debe el cuerpo astral sumergirse en el cuerpo etéreo e imprimirle lo que de la referida manera ha conquistado. El íntimo procedimiento del influir sobre el cuerpo astral y su desarrollo, son idénticos en todos los métodos de la iniciación; sólo se distinguen entre sí en cuanto a la transmisión al cuerpo etéreo.
Tomado del Evangelio Según San Juan
Dr. Rudolf Steiner.